EDITORIAL
Las lesiones de Leo Messi y Luis Suárez en el tramo inicial de la temporada le exigieron más de la cuenta a Antoine Griezmann, que se vio forzado a tirar del carro azulgrana para estrenarse como goleador en su segundo partido y lo hizo por partida doble en la golada al Betis en el Camp Nou. Tuvo que aprender a jugar en una posición hasta ahora desconocida, el extremo izquierdo, y se ha visto obligado a reinventarse al no poder encarar la portería con su pierna buena, la zurda, con tanta regularidad como está acostumbrado pero cuatro meses después de su estreno en azulgrana al francés ya no hay quien le saque del once barcelonista.
Sin ir más lejos fue uno de los más destacados en Anoeta, el mismo escenario que le vio nacer para el fútbol profesional, y hasta logró el gol del empate, su séptimo tanto en todas las competiciones, al aprovechar un pase al espacio de Luis Suárez que supo llevar hasta el fondo de la red con un remate cruzado. Griezmann fue, de hecho, el futbolista del Barcelona que más veces tiró a puerta para lograr la primera diana de su equipo por quinta vez esta temporada. Sin embargo, también fue notable su aportación en la presión, recuperando hasta cuatro balones frente a su exequipo.
Más allá de los números Griezmann está demostrando la actitud adecuada para triunfar en el Barcelona aunque sea lejos de su posición. Entiende mejor que nadie que quien manda en el vestuario y en el campo es Messi y él se amolda a su juego. Tanto es así que los 6 balones que el francés le sirvió al rosarino le fueron devueltos con creces pues el 'diez' le dio en Anoeta hasta 7 balones, más que a nadie. Y eso es un dato a tener muy en cuenta porque Messi nunca hace nada porque sí. Y si se la da a Griezmann es porque se lo ha ganado con goles, buenas intenciones y hambre de victorias. Su consagración definitiva debe ser en el Clásico.
