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Lionel Messi Roma Barcelona Champions LeagueGetty Images

No hay doblete que tape el ridículo en Roma


EDITORIAL

Le pasaron por encima al Barcelona en el Olímpico de Roma. Globalmente no mereció pasar a semifinales tras la engañosa goleada en el Camp Nou y el guantazo con la mano abierta que los hombres de Eusebio Di Francesco les asestaron a los futbolistas de un Barcelona que nunca acudió a su cita en el feudo romanista, donde solo hubo un equipo de principio a fin. El Barcelona no remató a puerta, al margen de una acción de Sergi Roberto en el minuto 2, hasta los últimos cinco minutos de partido. Fue el último naufragio de un equipo que en ningún momento dio muestras de merecer estar, no ya en semifinales de la Champions League, sino en los cuartos de final.

Ya en el Camp Nou el 4 a 1 con el que se saldó la ida no hacía justicia a lo sucedido sobre el césped y la Roma, el perfecto equilibrio entre corazón, voluntad, despliegue táctico y físico, superó en la vuelta a Leo Messi y los suyos en el peor partido desde que Ernesto Valverde asumió el banquillo el pasado verano. Han leído bien. Peor incluso que en la Supercopa de España ante el Real Madrid. Porque el equipo no cayó en la trampa de la Roma sino que se las apañó para desaparecer del terreno de juego en un partido impropio tras una temporada para enmarcar y el dispendio en fichajes más elevado de la historia del club, que superó los trescientos millones de euros.

El Barcelona no se dejaba remontar cuatro goles desde aquel 11 a 1 en Chamartín salpicado por la sombra del ejército, un partido sepultado por ambos equipos en la cloaca de la historia. Hoy el cuadro azulgrana volvió a escribir la historia... seguramente la página más negra de las últimas décadas. No tanto por dejarse remontar que también, sino por la pésima imagen ofrecida, la incapacidad para jugar a algo que se pareciese mínimamente al fútbol y, más especialmente, por haber olvidado las lecciones que impartieron el PSG y la Juventus la temporada pasada. Un año después, el Barcelona volvió a hacer el ridículo en Europa. No hay doblete que haga olvidar tamaño esperpento.

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