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Griezmann Athletic Club Barcelona LaLigaGetty Images

Messi no puede ni resfriarse


EDITORIAL

Sin Leo Messi el Barcelona se hunde. Se sabía hace un año y hoy es más evidente todavía a pesar de que Ernesto Valverde intentara su propia revolución en San Mamés pero la presencia en el once inicial de Carles Aleñá y Sergi Roberto, que dejaron a Ivan Rakitic y Sergio Busquets en el banquillo, junto a Frenkie De Jong no generó la fluidez deseable en el juego barcelonista, atascado una y otra vez en el mismo planteamiento que la temporada pasada, con un equipo excesivamente estirado, sin capacidad para poner balones al espacio en el frente de ataque y a expensas de que el Athletic Club no transformara ninguna de las muchas ocasiones que gozó, especialmente en el primer tiempo.

Huérfano de Messi, y con Luis Suárez sustituido a la media hora por culpa de unas molestias musculares en el gemelo derecho, apenas buscó la portería de Unai Núñez desde la distancia mientras las ocasiones de Iñaki Williams se sucedían sin llegar a sorprender a un Marc-André Ter Stegen que salvó los puntos en San Mamés. Si el Barcelona enseñó los dientes durante los primeros cuarenta y cinco minutos fue gracias al error de Unai López, regalándole a Luis Suárez un uno contra uno que el uruguayo envió al poste justo antes de abandonar el terreno de juego. Le sustituyó Rafinha Alcántara, que no jugaba en partido oficial desde el pasado 24 de noviembre. Que el brasileño, con pie y medio fuera del equipo, fuera el jugador de campo más destacado del Barcelona dice mucho del punto en el que se encuentra el equipo en busca de su mejor versión.

El brasileño le dio un punto de actitud que sirvió para mandar otro balón al poste, ya en el segundo tiempo, pero no mejoró la imagen general del equipo, desdibujada tras una pretemporada en la que ha viajado de un extremo del mundo al otro sin que ello sirviera para encontrar la propia identidad. El Athletic, por su parte, supo hacer lo que mejor se le da y a copia de insistir logró el premio del gol gracias a una tijereta de Aritz Aduriz, que a los treinta y ocho años apareció desde el banquillo para firmar el golazo con el que dio la victoria a su equipo y puso en evidencia a un Barcelona que sigue gastando sin tener nada claro dónde quiere ir.

O quizá sí sabe donde quiere ir, a disputar todos los títulos en mayo, pero no sabe cómo. En San Mamés demostró que no tiene más método que las individualidades con las que la dirección técnica ha ido rellenando el frente de ataque, obviando el resto de facetas del juego. Pero sucede que, sin Messi y Luis Suárez, también sin un Philippe Coutinho que fue descartado a falta de pocas horas para confirmar su cesión al Bayern de Múnich, hasta en eso fue mejor el Athletic Club. Aduriz hizo lo que se le presuponía a Antoine Griezmann, muy borroso en su debut igual que De Jong y el resto de sus compañeros. Hay mucho trabajo que hacer porque hoy el Barcelona no aspira ni al campeonato doméstico.

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