Secundaria para la mayoría e incómoda para muchos, la Copa del Rey es también un paraíso de oportunidades para otros. Es el caso de Andriy Lunin (21 años), que este miércoles, contra el Alcoyano, ha debutado oficialmente con el Real Madrid. El portero, delantero en una niñez en la que su primera camiseta fue de Cristiano Ronaldo, sonríe como madridista tras acumular esfuerzos y vaivenes, 943 días después de que se anunciase su fichaje por 8,5 millones más variables.
Nada ha sido sencillo, sino todo lo contrario, para el ucraniano, que se ha tenido que armar de paciencia y no dejar de mirar a la duración de su contrato, de seis temporadas. Aunque su carácter es de inconformista, desde el comienzo entendió que su carrera para instalarse y asentarse en el Madrid sería de fondo, no un esprint. La llegada de Courtois el mismo verano que él le obligó a salir, sin más bagaje que el de la gira de pretemporada, cedido al Leganés. En Butarque, donde pese a todo se sintió a gusto y se soltó con el idioma, sólo disputó 554 minutos en 7 partidos, así que para el siguiente curso, sin hueco en el Bernabéu, probó suerte en otro sitio.
Del éxito en el Tartiere a la calma con Zidane
Pero en el Valladolid la cosa empeoró, con sólo 210 minutos en 2 intervenciones, ambas en Copa, su aliada de nuevo en 2021. Tan mal pintaba el asunto que en enero, con la promesa de que nadie le movería de la portería asturiana, firmó por el Oviedo. En el Tartiere enseñó su potencial, clave para escapar del descenso con 20 goles encajados en 20 partidos y 6 puertas a cero. Ahí, al fin con confianza, sobresalió el campeón y Guante de Oro del Mundial Sub-20 de 2019.
Muy cerca de agosto recibió una llamada del Madrid para informarle de que le querían en la plantilla de la 2020-21. Así regresó dispuesto a todo a un vestuario que, como le confesó alucinando a sus allegados años atrás, le dejó sin poder pensar la primera vez que entró en él. Zidane le ha obviado hasta la fecha, un hándicap enorme para cualquier meta, más aún para uno de su edad. Por eso la Copa no estorba, ni mucho menos, a un Lunin que enamoró a Juni Calafat y piensa ganarse de la misma forma al madridismo.
