ANÁLISIS
La transformación que Luis Suárez ha vivido esta temporada se hace patente desde el inicio del curso, cuando se lesionó en la vuelta de la Supercopa de España con el Real Madrid en el Bernabéu, forzando al uruguayo a estar un periodo en el dique seco, previsto para cuatro semanas y que se acortó a la mitad.
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Este regreso prematuro ante el Espanyol, el pasado 9 de septiembre, unido a los cambios tácticos de Valverde condicionaron las actuaciones de Luis Suárez, todavía alejado de su mejor forma física por los problemas físicos y el momento de la campaña, y quien, además, era situado más escorado en el campo y alejado del área para dejar la zona de finalización a Messi, en un intento del técnico de encontrar un sitio para ambos sobre el césped.
Esta lejanía de la portería contraria se reflejó en los números del charrúa, llegando a estar 478 minutos sin un gol, su peor registro histórico. Guarismos que se contraponen al récord conseguido esta pasada jornada ante el Real Betis, al anotar en siete partidos consecutivos.
Este cambio en el rendimiento viene explicado tanto por su nuevo rol en el terreno de juego, más como delantero, y dejando a Messi con total libertad, como por la puesta a punto personalizada que vivió el delantero en noviembre, sacrificando su participación en Uruguay, la cual pronto vio sus frutos cuando marcaba contra el Leganés, suponiendo el inicio de esta racha triunfal de 12 goles en 9 partidos. Solo faltando a la cita con el Valencia. El único club que se ha librado de este renacer del pistolero.