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Pablo Barrios Gabri VeigaGetty Images

Gabri Veiga: No es personal, sólo son negocios

En Vigo no se habla de otra cosa. Por tierra, mar y aire, Gabri Veiga. La explosión de la perla de Porriño se ha convertido en un ‘show’ mediático donde se mezclan intereses, información y bulos. A gusto del consumidor. Manchester City, United, Newcastle, Arsenal, Aston Villa, Real Madrid (en el club insisten en que nadie les ha llamado), Atlético y varios clubes italianos ‘sondean’ el fichaje de Veiga. Interés, mucho. Ofertas concretas, cero. Por ahora. El mercado dirá. Las hojas del calendario avanzan y la voluntad del jugador viaja en dirección contraria a la del club. La intención de Gabri, a corto plazo, pasa por quedarse en el Celta. Como mínimo, un año más, coincidiendo con el centenario de la entidad. El asunto está en que el Celta no está en disposición de ofrecerle renovar, ni mejorar su salario, escudado en que esa maniobra llevaría aparejada un aumento de cláusula, que impactaría su ‘fair play’. 

Gabri tiene contrato en vigor hasta 2026 y una cláusula de 40 millones. El chico, que rompió relaciones con su anterior agencia y por ahora sigue sin agente, firmó en su día un contrato largo, que no le otorgaba una buena ficha hasta la temporada 23/24. Un contrato que, tras su eclosión en el equipo y su impacto entre el celtismo, ha quedado desfasado. El Celta se aferra al contrato suscrito en su día y deja caer que no le renovará. O porque no puede o porque no quiere. El orden de los factores no altera el producto. Su intención es mantener el contrato actual y esperar que un club pague el importe de su cláusula. Una postura lícita y razonable para el negocio, pero impopular si se mide por sentimientos, porque mantener a Gabri, a nivel social, no debería tener precio. Jugador y club tienen derecho a buscar lo mejor para su futuro. Y un contrato, cualquier contrato, por más que una de las partes no esté satisfecha con lo firmado, liga a las dos partes. 


El presidente Carlos Mouriño ve el tema está más claro que el caldo de un asilo: “No vamos a venderle, pero nos lo van a comprar”. Traducido a futbolés: no pueden renovarle, ni aumentarle el salario, no se sentarán a negociar el traspaso y se remiten a la cláusula. El asunto, que tiene tantas aristas económicas como espinas sentimentales, empieza y acaba en una conclusión más limpia que una mañana de primavera: Aunque Gabri quisiera quedarse, al menos una temporada más, el Celta tiene 40 millones de (poderosas) razones para que eso no suceda. Cuando el dinero entra por la puerta, la cantera sale por la ventana. Sin reproches. No es algo exclusivo del Celta. No es un caso único. No es culpa de Mouriño, ni de Gabri Veiga, ni de los aficionados. Es la ley del nuevo fútbol-negocio, cuyo as de bastos, el triunfo que arrastra en el mercado, es el euro. Sentimiento y negocio. Agua y aceite. No mezclan. El nuevo fútbol es pura filosofía Corleone: “No es personal,sólo son negocios”.

Rubén Uría

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