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Ruben Uria BlogGoal

El volcán Arturo Vidal y la pregunta del millón

“Me quedo aquí”. Palabra de Arturo Vidal nada más marcar un gol que hizo rugir al Camp Nou. Nadie discute su jerarquía, su trayectoria y su perfil de gran jugador. Animal competitivo, programado para cualquier guerra y forjado en la dificultad de una infancia durísima, el volcán Arturo Vidal llegó al Camp Nou con 31 años.  Volcán en erupción, nunca se muerde la lengua. Si juega, seguirá en el Barça. Y si no, hará las maletas. Es un jugador importante y quiere ser tratado como tal. Su carácter y su estatura futbolística son indiscutibles. Sin embargo, su rol en el equipo sí admite debate. En Barcelona tiene detractores y partidarios. Para los puristas, es un futbolista que, en el estilo azulgrana, es un cuerpo extraño, un percusionista entre violinistas, una suerte de pieza contracultural. Para los prácticos, es un cromo que no sobra en un equipo que gusta de jugar al pie, pero donde no sobran llegadores, alguien que mejora la plantilla. Y para todos, es un centrocampista con alma de delantero, que se relaciona mejor con el gol que con el juego. Le falta finura y compensa con ruptura. Es un cinco en precisión, pero un diez en agitación. Para algunos culés, prescindible. Para otros, necesario. Y para cualquier equipo de elite que busque jerarquía, apetecible.

De su carácter está todo dicho. De niño limpiaba establos y había días que no tenía para comer. Ahora es millonario, colecciona caballos y se casó en un hipódromo, con la presencia de la presidenta del país, Michelle Bachelet. Más allá de sus tatuajes, su explosividad y su aspecto de mohicano, Vidal, icono legendario del fútbol chileno, sigue peleando por encajar en el Barcelona. Sabe que la competencia interna es durísima en el grupo, pero tiene una confianza ilimitada en sus posibilidades. Como decía “El Nota” en “El gran Lebowski”, Vidal se toma su presencia en el equipo con filosofía: unos días se come al oso y otros, el oso le come a él. Quizá por eso, consciente de que apura su etapa de gran jugador, tiene claro que quiere gozar de la continuidad que cree que su esfuerzo merece. Si juega, querrá seguir. Y si no lo hace, saldrá. Con Vidal, como en el caso de Rakitic, la pregunta del millón consiste en saber si el club está convencido de que abrirle la puerta es una buena solución o si, por el contrario, es un pésimo negocio. El mercado de invierno dirá. Él quiere jugar, Valverde lo sabe y el club también. ¿Se irá “El Rey Arturo” del Barcelona? La respuesta tiene dos letras, pero la palabra es una sola. La última palabra la tendrá el club. Mientras tanto, Vidal sigue a lo suyo. Es un volcán en erupción.

Rubén Uría

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