El fútbol, aunque sus partidos duran 90 y tantos minutos, a veces es un instante, una decisión mal tomada que cuesta dos puntos en un partido donde no había lugar para el sufrimiento ni mucho menos. Y la última imagen que queda es la del doble error de Juan Foyth, por excederse en confianza y la marca deficiente a Borja, pero hay cuestiones más profundas en un equipo que pudo golear y se va con sabor a derrota.
Ni el más optimista argentino imaginaba los primeros minutos: centro quirúrgico para el cabezazo del Cuti Romero, jugada de potrero y definición deluxe de Paredes. "La venganza del 0-5" se olía en Barranquilla. Y era lo que parecía que estaba por ocurrir, con Colombia absolutamente ido del partido y la Albiceleste que, en cada ataque, llega con claridad al arco de Ospina, que paulatinamente empezaba su noche de redención.
Todo el gran trabajo de la primera media hora empezó a dar signos de fisuras con la salida de Emiliano Martínez. Dibu, con apenas 120 minutos en el arco de la nacional, se adueñó del puesto con seguridad fillolesca. Yerri Mina lo atropelló, lo sacó de la cancha y algo cambió, especialmente al inicio del segundo tiempo: Rueda mandó a la cancha a sus principales armas de ataque y en 5 minutos llegó el descuento por un ingenuo penal de Otamendi que Muriel transformó en el 1-2.
De todas maneras, era cuestión de tiempo para que Argentina lo liquide. Messi de tiro libre, de jugada, cediendo para Lautaro, Palacios o De Paul. Todos chocaron con Ospina. Y desde el banco, Scaloni fue vencido por su inexperiencia y supuso que era momento de realizar pruebas: cambió de esquema para jugar con cinco defensores, se deshizo de volantes y decidió sumar a Foyth y Pezzella prescindiendo del Cuti Romero, una vez más impasable.
Lo que parecía un triunfo de un equipo que busca su funcionamiento ideal de cara a la Copa América, se transformó en un empate que expone un sinfín de cuestiones a resolver de cara a la competencia que se niega desde hace 28 años. El principal, tal vez, que el DT decida casarse con una idea y la mantenga indiferentemente del rival, cercana a la que se vio en el primer tiempo con Messi como una pieza más de un engranaje en donde cada pieza vale tanto como la otra y no en esperar una resolución individual mientras cede el protagonismo.