OPINIÓN
Cristiano se va del Real Madrid. Ya es oficial. Nadie hubiera dado crédito hace poco más de un mes. Pero a día 10 de julio, nueve años después de su presentación en un Santiago Bernabéu a rebosar, el ‘7’ blanco pasa a ser bianconero. Nadie aquel día en el coliseo blanco hubiera podido imaginar lo que estaba por venir. Nadie osó apostar a que detrás de aquella pose chulesca se encontraba el futbolista que superaría a Raúl González para mirar a los ojos a Alfredo Di Stéfano. Tras dieciséis títulos colectivos con el Real Madrid y, entre otros, cuatro Balones de Oro y tres Botas de Oro, ya pocos dudan de que el sitio de Ronaldo en la historia está justo ahí. Al lado de Di Stéfano. Y caminando de la mano por el fútbol junto a los Pelé, Maradona, Cruyff, Zidane y Messi, luciendo la zamarra merengue.
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Es una pena que se haya marchado. Es una pena para La Liga española. Sólo ahora se valorará en su justa medida, y desde todos los frentes, lo que significaba Cristiano para la competición. Es una pena también para el propio Ronaldo, que se marcha a un equipo gigante pero descendiendo un escalón. Inevitable, por otra parte, cuando te alejas de Concha Espina. Y es una pena para el Real Madrid. Obvio. Pues pierde al vigente mejor jugador del mundo desde hace un lustro. Y eso nunca es motivo para la felicidad. Ni a cambio de cien, ni de mil millones de euros.
Es también una pena para el fútbol. Porque Cristiano y el Real Madrid se merecían haber seguido unidos hasta que el luso se hubiera retirado. Se lo debían mutuamente. Juntos han escrito algunas de las historias más grandes del fútbol moderno, mientras quedaban aún capítulos pendientes de redactar. Y son entendibles las posturas de ambas partes, creo. El uno, en busca de cariño en forma de renovación. Contractual, pero también mental. De retos y de entornos. El otro, inflexible en su filosofía de gobierno, preso de sus actos y, en parte, ilusionado por haber exprimido a uno de los mejores jugadores de su historia dejando además ganancias en la caja fuerte. Todos creen ganar. Aunque en realidad todos pierdan.
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Personalmente, yo habría querido a Cristiano en mi equipo hasta el final de sus días, visto que es un jugador inmortal. Forjado de adamantium. Pero poco importa mi opinión. Sobre todo, porque en algún momento también podría adoptar algunos de los argumentos del que tenga enfrente. Importa más la historia que tiene por delante Ronaldo, al que todavía veo capaz de ganar otro Balón de Oro con un tercer equipo diferente. Y también importa más la historia que deja en el Real Madrid. El club blanco lo superará. Siempre lo hace. Pero le va a costar horrores también. Fiche a quien fiche. Comienza una nueva época en el fútbol español. Un nuevo ciclo para el Real Madrid y para Cristiano. Dicen que todo tiempo pasado fue mejor. Lo suscribo en este caso.