Regragui Marruecos Mundial QatarGetty

Como no sabían que era imposible, lo hicieron

Por Javier de Paz

La palabra épica se queda muy corta ante lo que ha logrado Marruecos en esta Copa del Mundo. Lanzados sabiendo que ya nadie borrará el camino andado, la selección marroquí ha escrito un importante apartado en los libros de historia del fútbol. Y lo ha hecho en el capítulo de los Mundiales, ese donde todos quieren escribirlo. No hace falta alzar el título para que perdure un legado que ya sólo puede agigantarse.

Por mucho experto en fútbol internacional y estudioso de los más recóndito de este deporte, nadie podía esperar que llegaran hasta aquí. Era un equipo simpático, un 'sparring' ideal en el que se podía destacar algún detalle, pero ahora es un aspirante que está a dos pasos del cinturón. Increíble pero cierto. Los Leones de Atlas se han metido en las semifinales de Qatar, y lo han hecho con todo merecimiento dejando a su paso una mezcla de impotencia al ser imposible meterles mano y asombro por el trabajo mecanizado de una máquina que parece no fallar nunca.

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Esos a los que se señalaba como que podían dar algún susto ya han dado tres, a cada cual más gordo que el anterior. Primero llegó esa fase de grupos en donde se presentaron como atractivos, con calidad pero seriedad, abriéndole la puerta de la jubilación mundialista a una selección belga irrepetible que difícilmente se verá en una así a corto plazo. Tampoco pudo con ellos la subcampeona, la suerte empezaba a no valer como argumento y la primera plaza ya era un hecho. España esperaba en octavos mientras seguía, con algo de reticencia, eso sí, mirando por encima del hombro.

El muro marroquí fue infranqueable. Llevados en volandas por el público, maniatando a la selección que más había gustado en el debut para acabar volando por los aires el proyecto de Luis Enrique. También hay veces que toca una entre un millón, quizás había tocado la lotería. Pero no, no era así. Después de sacar del Mundial a los De Bruyne, Hazard, Courtois y compañía, o a los Pedri, Busquets y Dani Olmo, Bruno Fernandes, Bernardo Silva y Joao Félix tampoco se iban a librar. Y por supuesto, Cristiano Ronaldo y sus lágrimas diciendo adiós en Qatar. Otra puntualización obligatoria cuando se recuerde la hazaña de Marruecos al meterse entre los cuatro mejores, con En-Nesyri no desaprovechando la salida en falso de Diogo Costa. El orgullo de un país pero también de todo un continente.

Atrás quedan años de prejuicio. De que las selecciones africanas no son tan buenas tácticamente, sino excesivamente desordenadas. La Marruecos de Regragui ha dado el salto apoyada en los dramas anteriores. El de la Camerún de Roger Milla cayendo con un penalti de Gary Lineker en la prórroga, el de la Senegal de Diouf hincando la rodilla con el gol de oro Ilhan Mansiz, y el del penalti fallado por Asamoh Gyan con Ghana tras la parada de Luis Suárez en el descuento del tiempo extra. La selección marroquí ha roto todas las barreras y estereotipos, siendo más ordenada que ninguna y rentabilizando al máximo la pólvora que tiene.

La Marruecos de Walid Regragui es historia viva del fútbol. Una justificación de por qué el Mundial está por encima de todo lo demás. Una epopeya que ha superado barreras que van mucho más allá del fútbol. Porque, como dijo Jean Cocteau, "como no sabían que era imposible, lo hicieron".

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