La difícil situación de orden público que atraviesa Colombia ha obligado a la Conmebol a llevarse los partidos que se disputarían esta semana en suelo cafetero, rumbo a Paraguay, con el fin de garantizar la seguridad de las distintas delegaciones. Por extraño que parezca, no es la primera vez que la violencia obliga a llevarse la Copa del país del realismo mágico.
Todo comenzó el 29 de agosto del año 1990, cuando Atlético Nacional se jugaba el paso a semifinales de la Copa Libertadores ante un encopetado Vasco Da Gama, los verdolagas habían logrado un empate en calidad de visitantes y llegaban a su estadio llenos de confianza.
El partido en Medellín se desarrolló con normalidad, dando como ganador al local, que mantuvo la base del equipo campeón del 89. Sin embargo, oscuras insinuaciones del árbitro uruguayo Juan Cardelino encendieron una llama que llegó a consumir una parte de la historia del fútbol en Colombia.
Cardelino dio a entender, aunque nunca lo sostuvo, que había sido amenazado para pitar a favor de Nacional, a las declaraciones del árbitro se unió la voz de Mario el Lobo Zagallo, técnico de Vasco, que se despachó diciendo que se habían sentido intimidados por la presencia del ejército durante los entrenamientos y en la noche de la concentración, en lo que las fuerzas armadas colombianas explicaron fue, un acompañamiento por seguridad.
Zagallo no se limitó a hablar de intimidación, fue más allá insinuando que los jugadores de Atlético Nacional habían jugado dopados, la indignación por la derrota llegó a su clímax, cuando el vicepresidente del club aseguró que al camerino de los árbitros habían ingresado seis hombres fuertemente armados con pistolas y ametralladoras para decirle a los árbitros que debían favorecer a Nacional.
Todo el eco de estas declaraciones y descargos llegaron a oídos de la Conmebol, que como en pocas ocasiones, alistó su mano de hierro para dictar una sentencia que causo indignación y dolor en el pueblo Colombiano:
1. Declarar la nulidad del partido jugado el 29 de agosto último en Medellín entre los clubes Atlético Nacional y Vasco da Gama y ordenar la realización de un nuevo juego entre los mismos clubes el 12 de septiembre en curso, en un país neutral que señalará esta Confederación.
2. Consecuentemente, ratificar la resolución del 3 de septiembre último, por la que se prohíbe la realización de partidos patrocinados por la Confederación Suramericana de Fútbol en la República de Colombia hasta una nueva disposición.
Tras dictar sentencia, Conmebol obligó a Nacional a repetir el compromiso, esta vez en tierras chilenas. En un hecho sin precedentes toda Colombia se unió en torno a Nacional y encontró la forma de hacer llegar su aliento hasta el extremo sur del continente, el resultado, Atlético Nacional le repitió la dosis a Vasco da Gama y avanzó a la siguiente ronda, donde fue eliminado por Olimpia.
La prensa brasilera no tuvo piedad con Zagallo y sus dirigidos, reconociendo que las buenas labores de Nacional habían eliminado dos veces al Vasco de la Copa Libertadores.
Luego de esa corta alegría, Colombia sintió la fuerza y el alcance del castigo proferido por Conmebol, América y Nacional se fueron a disputar la Libertadores de 1991 en el exilio total, Estados Unidos y Venezuela abrieron sus puertas para que los dos clubes cafeteros disputaran sus encuentros.
Castigados, lejos de su tierra y su hinchada, Escarlatas y Verdolagas fueron eliminados en cuartos de final, entonces pudieron regresar a casa para ocuparse de la liga local. El exilio terminó cuando la sanción que pesaba sobre Colombia fue levantada en diciembre de 1991, fue Nicolás Leoz el entonces presidente del organismo, quien firmó la resolución que acabó con más de un año sin poder ver la Libertadores en Colombia.