+18 | Contenido Comercial | Se aplican Términos y Condiciones | Juega Responsablemente | Principios editoriales
Frankie de Jong Barcelona Slavia Praga UCL 23102019

Llamaradas en Praga

Ruben Uría Blog

Sufrió -otra vez y van demasiadas- el Barça como forastero en Champions. Esta vez, en Praga, ciudad de cuento de hadas. El modesto Slavia, tan kamikaze en defensa como intrépido en ataque, tocó a rebato y amenazó seriamente a un equipo que tiene tanta calidad como escasa rebeldía. Los checos apretaron el acelerador a saco y lanzaron al viento la famosa pregunta de Juego de Tronos: “¿Qué le decimos a la muerte?”. Messi y Ter Stegen, los sospechosos habituales, replicaron a Ayra Stark: “Hoy, no”.Dicho y hecho. Con más apuros que ideas y más fortuna que fútbol, el Barça ganó sin gobernar el partido. En el primer tanto el Barça tiró de MessiSistema. La secuencia fue propia de la naturaleza del tipo que no conoce límites: Messi roba la pelota, Messi la pasa, Messi acompaña la jugada, Messi se desmarca y Messi la manda a guardar. El segundo puñetazo azulgrana, que llegó después de varias manos milagreras de Ter Stegen, llegó merced a la diosa Fortuna. De rebote. También valen, por cierto. Suficiente para que el equipo de Valverde saliera ileso de una atmósfera complicada, en la que los checos siempre creyeron y el público se entregó.

Acabó pidiendo la hora, achicando agua, empotrado contra su área y con Dembelé al galope de contra, a 60 metros del arco. Jugando contra su propia naturaleza, sin respuestas para los problemas que plantearon los checos y con el miedo en el cuerpo, el Barça salió de pie de Praga. Jugó con fuego y no se quemó, pero si vuelve a las andadas en ocasiones futuras, que nadie lo dude, acabará carbonizado. Como en Roma. Como en Anfield. Como si nada hubiera pasado. Como si Valverde, un buen entrenador, fuera el hombre ideal para volver a gobernar los partidos, controlarlos y dominarlos. Como si la directiva tuviera licencia para seguir apostando por un modelo de juego que atenta contra la propia naturaleza de unos jugadores que piden, a gritos, otro fútbol y otro nivel de exigencia. El resultado fue para el Barça. La noche, para el Slavia. Sólo bajó la cabeza para besar el escudo. En mitad de un incendio provocado por sus propias decisiones, el Barça salió ileso de las llamaradas. El resultado fue óptimo. El juego, una invitación al cambio. Drástico y urgente. Por este camino, sólo espera otro indendio. Y llegará un día, no muy lejano, en el que Ter Stegen y Messi no puedan ejercer de bomberos de guardia. Hasta ellos tienen un límite. 

Rubén Uría

Anuncios