Busquets Barcelona 2021Getty

#BusquetsEnElBanquillo

Es más cómodo encontrar culpables que soluciones. Nada nuevo bajo el sol. Criminalizar a un futbolista es una práctica común, un signo de nuestros tiempos, un rasgo distintivo de las redes sociales, que como el VAR, son una magnífica herramienta que cada día se utiliza peor. Primero, porque tirotean a discreción, sin piedad y con una crueldad extrema, la que ampara el anonimato. Segundo, porque amplifican la estupidez humana, convirtiéndola primero en tendencia, luego en debate artificial y finalmente, en noticia. Ruido, ruido y más ruido. Algo huele a podrido en Dinamarca cuando parte de la masa, minoría o mayoría, se moviliza para arrojar porquería gratuita sobre una leyenda del fútbol español. La chispa que ha generado el incendio es Sergio Busquets, capitán del Barcelona. Con tanta vehemencia como alegría, algunos están disfrutando como un marrano en una charca prendiendo fuego a la reputación del mediocentro, como si fuera el culpable de la situación que atraviesa un equipo al que algunos dicen querer y al que otros, como Busquets, llevaron a ser el club referencia del planeta hace unos años.

El pliego de cargos contra el de Badía es extenso. Lo más suave que se dice de Busquets es que está en el ocaso, que está acabado, que ya no sirve, que se le ha pasado al arroz, que está lento, que no tiene la preparación física adecuada, que perjudica al equipo, que no es un buen capitán y que tiene que ocupar, por el artículo 33, un lugar en el banquillo. Lo más fuerte, lo de siempre. Faltas de respeto, insultos, memes, calificativo de grueso calibre y vejaciones que dicen más de los que las reproducen que del que las recibe, porque no ofende quien quiere, sino quien puede. 

Que el fútbol presume de ser el único deporte que no tiene memoria es una verdad como un templo. Que nadie vive del ayer y que no hay ni debe haber intocables en un club de la dimensión del Barcelona, también es cierto. Y que con Busquets se está teniendo la valentía que falta con otros compañeros de plantilla, sería como descubrir el fuego. Sin embargo, la cuestión es más sencilla que todo eso. Una cosa es que Sergio, que durante años ha sido el mejor mediocentro del mundo de largo, no pueda ganarle la batalla al reloj biológico, y otra, bien diferente, es que el barcelonismo militante no se avergüence del trato que algunos le están dispensando a un futbolista como la copa de un pino y tres abetos, que merece no sólo memoria, sino un respeto reverencial. No se maltrata a quien te quiere. Y por descontado, no se desprestigia a quien prestigió. 

De propina, por el mismo precio, está el paladar futbolístico de cada quién, sobre el que sí cabe debatir. El criterio de quien escribe estas líneas, que no es aficionado ni socio del Barça, está muy claro. Busquets, con cien años, cojo y hasta dormido, es más futbolista que el 90% de los jugadores que tiene el equipo. Y más que el resto de jugadores del resto del mundo. Durante años ha sostenido el mediocampo, durante más de un lustro lleva compensando la falta de orden de un equipo menguante y por más tiempo del que sería necesario, se ha tenido que comer un “marrón” que no le tocaba, el de ser el tapón de la bañera de un equipo que se olvidó del estilo, propuesta y fútbol que le hizo grande. Busquets no ha cambiado. El Barça sí. Sergio sigue siendo el mismo, el Barça no. “Busi” nunca ha sido el más rápido, ni el más fuerte, ni el que más kilómetros recorría. Nunca le hizo falta. Él juega a anticipar, tocar, organizar, jerarquizar y distribuir, porque tiene un GPS en la cabeza. Las comparaciones son odiosas y hay quien se pregunta por qué De Jong no le deja en el banquillo. Que le pregunten a Xavi, que algo de esto sabe, porque el chiste se cuenta solo. Y si le comparan con Modric, aún más, porque siendo dos jugadores completamente opuestos, los que se fijan en el DNI deberían fijarse en cómo juega el Madrid y cómo juega el Barcelona. Se parecen lo que un huevo a una castaña. Por estilo, por apuesta y por estado de forma. Nada que ver.

Si el equipo es corto, como la España de Luis Enrique, Busquets brilla y sus virtudes se potencian. Eurocopa. Memoria. Si el equipo es largo y le obligan a correr hacia atrás cuando no sabe ni sabrá hacerlo, él se diluye y sus defectos se potencian. Presente. Realidad. Está más claro que el caldo de un asilo: si de algo es sospechoso Busquets, es de haber hecho grande al Barcelona y a la selección. Hace meses, en el Metropolitano, durante un pésimo partido del Atleti, un socio se levantó del asiento en mitad de un ataque de histeria y gritó: “Cholo, vete ya que estás acabado, hijo de p…”. Giré la cabeza, encontré a un amigo y le dije: “Aquí ya entra cualquiera”. Esa misma anécdota la vivió también un buen amigo, Álvaro, en el mismo estadio. Ya no es un accidente, sino una tendencia. Ojalá no pase con Busquets en el Camp Nou. No se lo merece. El amor es ciego, pero los vecinos no.


Rubén Uría

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