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Atlético Nacional: reconstrucción total

La espiral hacia el inframundo no para, la caída libre sigue su curso y no han sido suficientes tres años de desaires para llegar al fondo. No hay luz al final del túnel, no hay visos de esperanza o pronta terminación del suplicio.

El que hasta hace unos años fuera un equipo acostumbrado a hilar éxito tras éxito ahora hace lo mismo, pero con las derrotas, las presentaciones vergonzosas y las eliminaciones reiteradas en cuanta competencia tenga participación, sin importar si es local o internacional.

Nacional cambió el éxito por el fracaso continuo, por eso requiere una reconstrucción total en este momento, antes de que la carretera se siga inclinando hasta terrenos de pesadilla que hasta ahora nunca en la historia se han asomado. Y en orden jerárquico, se tratarán de enumerar algunas reflexiones, medidas y soluciones para salir del pozo.

Dueños del equipo: irónicamente una decisión del máximo accionista, en busca de cuidar su patrimonio y salvaguardar al club, terminó siendo contraproducente y altamente dañina para la institución. Ante esto hay dos salidas: que el doctor Antonio José Ardila vuelva a tomar el control total o que su hija, Carolina Ardila, manifieste abiertamente sus intenciones con el futuro del club -en vista del evidente conflicto de interés con su negocio particular- para que la hinchada sepa de antemano a qué atenerse.

Directivos: Emilio Gutiérrez tiene la misión inicial de finalizar la recuperación económica y administrativa que abanderó la gestión anterior de Juan David Pérez. Según el presidente saliente, una vez regrese la afición al estadio, el club podrá pensar nuevamente en balances positivos mientras recupera el punto de equilibrio de aquí a final de año. Luego, Gutiérrez tendrá que agregar el factor ganador al proyecto deportivo para retomar la sostenibilidad en todos los niveles.

En línea con el primer punto, el nuevo presidente debe ser claro respecto a la visión del club para los próximos años y redefinir los objetivos a corto, mediano y largo plazo, tanto institucionales, como deportivos. ¿Se va a invertir eficientemente? ¿Se va a apostar por la cantera? ¿Se mantendrán las políticas de contratación de jugadores? Interrogantes constantes entre los hinchas que hoy en día no ven claridad desde las cabezas visibles. También se hace urgente una profunda revisión y evaluación a la gerencia deportiva.

Cuerpo técnico: tres eliminaciones en cinco meses no tienen ningún tipo de presentación, justificación o explicación razonable para el equipo más grande del país. Si a los resultados se le suman las formas y los cómo se dieron cada uno de los fracasos (porque ni hablar de la nula autocrítica, la gestión de nómina y las lecturas de partidos), el balance para Alexandre Guimarães no daría otra solución más que su renuncia voluntaria o destitución por parte de la directiva.

Posiblemente las partes harán respetar el contrato vigente y lo mantendrán hasta diciembre del presente año. De ser así la presión será aún más intensa y la paciencia aún más corta porque el más mínimo revés volverá a encender el inconformismo de la tribuna, generando la toma de decisiones en otro momento de la temporada, tal vez cuando no haya tanto margen de maniobra para el recambio.

Jugadores: depuración casi total de un plantel marcado por la derrota. Son muy pocos los nombres, contados en una mano, que se salvan de un 2021 nefasto en un grupo donde todavía hay jugadores que arrastran la mentalidad perdedora y mediocre que se instauró desde el 2018. La lista de salidas debe estar encabezada por Vladimir Hernández, Yerson Candelo, Danovis Banguero, Jonatan Álvez, Geison Perea, Neyder Moreno y Michael Chacón.

Del grupo restante hacer un serio llamado al orden, el compromiso y el respeto por la camiseta que han mancillado con su bajísimo nivel y mínima actitud ante las adversidades. No en vano la barra popular se hizo sentir el fin de semana para recordarles dónde están jugando. Lo que sí fue en vano, fueron las palabras de los jugadores sobre volver de Chile con la clasificación. Faltaron a su propia palabra y eso pesa más que cualquier señalamiento de la afición.

En conclusión: cuando los papeles y el rumbo se pierden de una manera tan alarmante, se requieren soluciones fuertes, contundentes y precisas antes de que todo toque fondo y no haya marcha atrás para una catástrofe aún mayor que manche la historia más gloriosa del fútbol colombiano.

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