Antony ha contado anteriormente a The Players’ Tribune sobre sus experiencias de joven en Brasil: "En mi camino a la escuela una mañana, cuando tenía quizá 8 o 9 años, me encontré con un hombre tirado en el callejón. No se movía. Cuando me acerqué, me di cuenta de que estaba muerto.
"En la favela, te vuelves un poco insensible a estas cosas. No había otra manera de ir, y tenía que llegar a la escuela. Así que simplemente cerré los ojos y salté sobre el cadáver. No estoy diciendo esto para parecer duro. Era simplemente mi realidad. De hecho, siempre digo que fui muy afortunado de niño, porque a pesar de todas nuestras dificultades, me dieron un regalo del cielo.
"La pelota fue mi salvación. Mi amor desde la cuna. En Inferninho, no nos importan los juguetes para Navidad. Cualquier pelota que ruede es perfecta para nosotros. Me negaba a inclinar la cabeza ante nadie. Hacía elástico a los narcotraficantes. Arco iris a los conductores de autobuses. Túnel a los ladrones. Realmente no me importaba un carajo. Con una pelota en mis pies, no tenía miedo."