El partido ante Atlético Tucumán era clave no solo por la necesidad de volver a sumar de a tres para acomodarse en la Zona B o para mejorar la imagen que había quedado tras la derrota ante Unión, sino, por sobre todo, para tomar confianza de cara al inicio de la Copa Libertadores. El cachetazo recibido en Santa Fe había sido lo suficientemente duro como para poner en duda las capacidades de Miguel Ángel Russo para encontrar respuestas, pero el encuentro en La Bombonera dejó en claro que el DT todavía tiene algunos ases bajo la manga.
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Y es que el entrenador decidió patear el tablero y mandar a la cancha a los pibes. Darles la responsabilidad, en una prueba de fuego. Quizás, un examen para evaluar su carácter. Alan Varela, Cristian Medina y Agustín Almendra, el más experimentado del trío, saltaron al campo de juego con una misión: exponer sus capacidades para dejar en evidencia que, juventud al margen, están en condiciones para hacerse cargo de Boca.
Varela fue el jugador que más pases, más pases correctos y más pases en campo contrario dio, con un 89% de precisión en sus toques; Medina abrió el marcador, pero además tuvo aportes importantes en la faceta defensiva; y Almendra fue el enlace que tanto extrañaba el equipo desde la salida de Pol Fernández, iniciando las dos jugadas que terminaron dentro del arco rival. De hecho, que haya sido uno de los primeros futbolistas sustituidos indica que corre con chances de repetir el miércoles, en Bolivia.
Más allá de funcionalidades o estadísticas, lo que le dieron los juveniles al mediocampo revitalizar la zona de gestación. Jorman Campuzano no está atravesando su mejor momento, pero, además, Russo no estaba encontrando con quién acompañarlo, lo que enlentecía demasiado el funcionamiento colectivo: la pelota pasaba de largo en esa zona y la obligación de generar juego recaía demasiado en Edwin Cardona. ¿La solución? El dinamismo de los más chicos como puntapié inicial para que, de una vez por todas, el Xeneize arranque.
La tarea para el técnico, ahora, será darle continuidad a una idea y confianza a los mismos protagonistas, algo que no hace desde hace tiempo, con diferentes apellidos, pero también con varios cambios de esquema. Los pibes hicieron lo suyo, le metieron presión y, ahora, la decisión está en las manos del DT.