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Manual para lograr que Messi pierda la ilusión por el fútbol


ANÁLISIS

"Messi es único e irrepetible" advirtió hace una década Pep Guardiola, el entrenador que más y mejor ha entendido al rosarino, para señalar que "cabe esperar que no se aburra, que el club sepa darle los jugadores necesarios para se sienta cómodo porque él después no falla". El Barcelona, en cambio, ha vivido de espaldas a esta recomendación de quien cimentó la leyenda de la mejor versión del equipo azulgrana que se recuerda. Porque sí, el Barcelona ya era el Barcelona antes de Guardiola y Messi pero este bionomio elevó al equipo hasta cotas nunca antes holladas para descomponerse en tres años, los que han pasado desde la espantada de Neymar Da Silva.

Es ese el momento en el que el Barcelona empieza su fundido a negro hasta desembocar en el 2 a 8 ante el Bayern. Neymar, un jugador con el que Messi sentía una química especial, dejó plantada a una junta que insistía en que el brasileño iba a seguir mientras el propio jugador ya les había dicho a sus compañeros que se iba. "El club tiene que ser lo suficientemente inteligente para fichar a los jugadores adecuados para rodearle y entre todos seguir compitiendo al más alto nivel" había dejado dicho Guardiola pero en lugar de fichar para rodear a Messi se les fue uno de sus lugartenientes y el elegido del club para recoger el testigo del rosarino. Lo que vino después no hizo más que apuntalar el despropósito.

Messi quería a Neymar pero trajeron a Griezmann

Como si de una broma de mal gusto se tratara, el Barcelona se gastó casi medio millar de millones de euros en reemplazar a un jugador insustituiblelo cual recordaría hace casi dos, cuando empezó a replantearse de forma infructuosa el regreso del brasileño. El PSG nunca se mostró receptivo a vender y el club acabó trayendo a un Antoine Griezmann sin sitio en el equipo y que les había hecho al Barcelona y a Messi un desplante que el rosarino no digiró con la misma facilidad que una junta obsesionada en acumular cromos sin tener en cuenta el más mínimo criterio deportivo.

Setién empeoró a Valverde

Tampoco tuvo mucho sentido lo sucedido con Ernesto Valverde. La junta optó por mantenerle en el cargo tras lo de Anfield y la derrota en la final de la Copa del Rey ante el Valencia pero le fulminó tras disputar el mejor partido de la temporada en Arabia Saudí cuando el equipo era líder de LaLiga. A la plantilla le prometieron a Xavi Hernández, se especuló con Mauricio Pochettino y acabó llegando Quique Setién, con quien el equipo ha acabado de desintegrarse del todo, dejando de analizar a los rivales y abandonando definitivamente todo plan de preparación física.

El escándalo de las redes sociales y la rebaja salarial del Covid-19

Mientras, en los despachos estallaba el escándalo de las redes sociales según el cual el club había contratado a una empresa que se dedicaba a difamar al propio Messi y a otros jugadores de la plantilla, además de otras leyendas, y con irregularidades graves en los pagos. El club pidió una auditoría y hasta concluyó públicamente sobre la misma pero lo cierto es que nadie ha visto este documento, que actualmente se encuentra en manos de un juez que investiga la legalidad de lo sucedido.

"Es todo muy extraño" señalaba un Messi resignado y que ya habia tenido que salir días antes a la palestra para poner en su sitio a Eric Abidal cuando argumentó la destitución de Valverde asegurando que "los jugadores no trabajaban demasiado con él".

Entonces estalló la pandemia del Covid-19. Hubo que cerrar campeonatos mientras la consecuente crisis económica forzaba a la junta a negociar a toda prisa rebajas salariales en la plantilla más cara del planeta a pesar de estar formada por sólo dieciséis futbolistas, los que luego irían a Lisboa para hacer el mayor de los ridículos de la historia barcelonista. Lejos de lo que pueda pensarse eso no fue la gota que colmó el vaso para Messi. Lo fue lo que vino después.

Bartomeu se lava las manos tras el 2 a 8

La prensa no tardó en empezar a especular sobre su malestar por la derrota y hasta abrió la posibilidad de que pudiera abandonar el Barcelona este mismo verano si no se producían cambios sustanciales, a lo que Josep Maria Bartomeu respondió señalando al vestuario al afirmar que "se trata de una crisis deportiva, no institucional" y limitar "los profundos cambios" que advirtió a apenas un nuevo entrenador, Ronald Koeman, y el adiós de un Eric Abidal al que no echaron sino que se fue por su propio pie.

Luego Bartomeu insistió en que los culpables son todos menos él, adelantando en BarçaTV que sólo un puñado de jugadores eran intransferibles y que el resto deberían buscarse la vida lejos del club a pesar de tener contrato en vigor y unas elevadísimas fichas que impiden que nadie pueda ofertar por ellos y que, a la vez, dificultan que el Barcelona pueda liquidarles dándoles la carta de libertad.

En resumen son varios los elementos que conducen al hastío de un Messi que había dicho que "nunca tuve la necesidad de salir del Barcelona, el mejor club del mundo" en octubre de 2019 y que sólo diez meses después se replantea si a los treinta y tres años hay que romper el más grande de los idilios que el barcelonismo ha tenido con uno de sus ídolos. Es inaudito que hayan acabado con la paciencia de un Messi que vive por y para el fútbol pero puede que lo sea más la falta de asunción de responsabilidades por parte de una junta debilitada y visiblemente superada por las circunstancias que ella misma ha provocado.

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