ANÁLISIS
Si por algo se ha caracterizado el Barcelona de Bartomeu es porque no ha reparado en gastos. El presidente ha fichado lo que le ha venido en gana por cantidades desorbitadas, y hay quien podría decir que se le fue de las manos después de la salida de Neymar. El club azulgrana ingresó 222 millones de euros por el brasileño y soltó 150 por Coutinho y 145 por Dembélé. Al brasileño le cedió al cabo de año y medio al Bayern y el francés no deja de acumular lesiones graves desde su llegada.
El pasado verano y con las evidentes urgencias en todas las líneas que ya advirtieron tanto Roma como Anfield el Barcelona se dio el lujo de fichar al jugador más parecido a Messi que existe. Ni la necesidad de un central con jerarquía -De Ligt se fue a la Juve-, la falta de laterales con influencia en el juego o el declive de Luis Suárez, ni siquiera la insistencia de la plantilla con el regreso de Neymar, cambiaron los planes de Bartomeu, que fichó a Griezmann por 120 millones, precio cerrado al existir cláusula, aunque conviene no olvidar cómo hubo que pagar otros 15 tras amenazar el Atlético con denunciar al Barcelona.
Los tres estaban en el banquillo en tan trascendental partido ante el Bayern y uno en el equipo rival. El único que se lució fue Coutinho, que marcó el séptimo y el octavo gol del Bayern antes de rematar una temporada en la que probablemente pueda proclamarse campeón de Europa como era su sueño cuando llegó al Barcelona... aunque sea vistiendo la camiseta del cuadro bávaro. Tan grande es el despropósito en la errática dirección técnica barcelonista.
La plantilla más cara del mundo
Bartomeu ha tenido cinco directores deportivos (Zubizarreta, Soler, Robert, Segura y el tándem Abidal-Planes) en cinco años, dando bandazos multimillonarios imposibles de amortizar y con sueldos que impiden que cualquier club pueda presentar una oferta mínimamente interesante por cualquiera de ellos y que comprometen las finanzas de la entidad. No hay que olvidar que, sueldos en mano, los quince tíos con ficha del primer equipo que viajaron a Lisboa -sin perder de vista al amotinado Arthur y al desaparecido Umtiti- constituyen la plantilla más cara del mundo. La burbuja, no obstante, ha explotado.

