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La planificación condena al Barcelona


ANÁLISIS

¿Quién manda en el Barcelona? Desde luego no lo hace el presidente. Josep Maria Bartomeu toma las decisiones necesarias para tener contentos a los jugadores y que puedan cobrar sus nóminas a final de mes pero poco más, especialmente en lo deportivo. Sin embargo, del presidente depende la continuidad o no de Ernesto Valverde y estos días Bartomeu vive azotado por las dudas y la presión antes de oficializar una decisión que, a diferencia de lo que habitualmente busca, no contentará a todo el mundo. Porque la destitución del 'txingurri' es a cara o cruz, o sigue o le echan. El presidente, en cualquier caso, se plantea si el entrenador es o no el máximo responsable de los ridículos europeos de las dos últimas temporadas y del hundimiento del Benito Villamarín.

De hecho, el primer nombre que se puso en entredicho tras el 1 a 2 ante el Valencia fue el del máximo responsable de la parcela deportiva, Pep Segura, el hombre que decide las altas y las bajas y que dirige una comisión técnica de la que Valverde forma parte, igual que Eric Abidal y Ramon Planes, los secretarios técnicos azulgrana. Sus decisiones el verano pasado fueron, cuanto menos, discutibles y ahora que ha acabado la temporada es hora de hacer balance de una planificación que apenas roza el aprobado gracias a la Liga.

Para empezar, el único fichaje que ha cuajado sin fisuras, el de Clément Lenglet, fue recomendación expresa de Robert Fernàndez, fuera del club desde hace un año. En cuanto al resto, Arthur Melo y Arturo Vidal, sin olvidar que Philippe Coutinho y Ousmane Dembélé siguen generando tan poco juego como consenso aun siendo los dos fichajes más caros de la historia del club catalán, ninguno ha dado el do de pecho en el tramo decisivo de la temporada, en el que tampoco Lenglet ha estado mejor aun habiendo desbancado a Samuel Umtiti del once titular. Las decisiones no han sido las mejores.

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Hace un año Valverde pidió que Paulinho Bezerra siguiera y le vendieron. También pidió tener un delantero suplente de garantías y traspasaron a Paco Alcácer al Borussia Dortmund para apostar por Munir El Haddadi, pero cuando el hispano marroquí advirtió que el club no contaba con él a pesar de las promesas realizadas optó por marcharse a Sevilla y el Barcelona incorporó a Kevin-Prince Boateng, que ni es delantero ni ha dado aire a Luis Suárez como se esperaba. Valverde pidió laterales y tampoco llegó ninguno hace un año.

Mientras, el área deportiva realiza operaciones difíciles de comprender. Desde que Segura asumió plenos poderes al frente de la comisión técnica el club ha realizado fichajes como los de Yerry Mina o Malcom Silva, dos futbolistas que no tienen ni nivel ni perfil para el Barcelona, que aun así les fichó para especular en el mercado. Con el colombiano el Barcelona salió ganando tras sus goles en el Mundial de Rúsia pero cabe ver qué puede pasar con el brasileño. Ambas operaciones, igual que las de Coutinho, Arthur y Arturo -y hasta las de Douglas Pereira y Keirrison en su momento-, llevan el sello de André Cury, ese famoso agente de jugadores que trabaja para el Barcelona pero sin exclusividad, por lo que también realiza tareas para otros clubes.

El actual staff técnico ha sido incapaz de acometer la renovación de los pesos pesados del vestuario. Coutinho se parece más bien poco a Andrés Iniesta y menos aun a Neymar Da Silva, Arthur no ha acabado ni un solo partido y Arturo, a pesar de su intachable compromiso, ya no tiene el nivel que exhibía antes de su lesión. Segura y su equipo tampoco has sido capaces de encontrar más relevo para Luis Suárez que un tipo que ni siquiera es delantero mientras el Liverpool y el Tottenham se metían en la final de la Champions League gracias a los goles de sus nueves suplentes.

Es por esos motivos que Bartomeu mira a Segura antes que a Valverde, quien a fin de cuentas ya advirtió que la plantilla podía quedar descompensada. Lo grave es que todo eso sucede en la era de Leo Messi y la sensación de estar perdiendo un tiempo que no volverá no deja de crecer en el seno de la afición. Es hora, pues, de que el presidente tome las decisiones que no ha tomado durante tanto tiempo.

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