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Vinicius Real Madrid Osasuna Copa del ReyGetty Images

Vinicius, incontrolable e imparable

El Real Madrid se llevó la Copa del Rey, vigésima en su historia, tras doblegar a Osasuna en una final en la que un hombre estuvo por encima de todos: Vinicius Júnior. Se jugó a lo que él quiso, cuando él quiso y por dónde él quiso. El ritmo lo ponía él y él hizo las jugadas de los dos goles de Rodrygo que le dieron el título al equipo blanco.

Desde el principio se vio claro el mensaje de Ancelotti: balones a Vinicius. Durante toda la temporada ha quedado claro que el equipo madridista depende en ataque del ex del Flamengo, de hecho, Ancelotti ha afirmado que esa dependencia es "positiva" y ante Osasuna lo demostró. Quizás por la baja de Modric, el Madrid fue más vertical que nunca y cada balón que recuperaban iba directo a la banda izquierda para buscar el desequilibrio de Vini. En la primera, balón a la jaula. Ni Moncayola ni Rubén Peña fueron capaces de frenar los regates y el cambio de ritmo de Vini que dejó seco a la zaga navarra nada más empezar sirviendo el primero a Rodrygo. La sensación en la grada es que cada vez que Vinicius cogía la pelota, las personas, de manera inconsciente, se incorporaban en su asiento conscientes de que podía pasar algo.

En su primera gran final siendo una estrella consagrada, Vinicius demostró estar muy por encima del resto. Una superioridad insultante que trajo de cabez a Moncayola y David García, con los que tuvo varios rifirrafes en el primer tiempo, los cuales acabaron con Vini con amarilla por protestar a Sánchez Martínez. Ancelotti le afeó la conducta haciéndole ver que no ganaba nada protestando, pero Vini argumentaba al italiano que le estaban haciendo demasiadas faltas y apenas llegaban las amarillas. Para lo bueno y para lo malo, Vinicius estaba en todas.

En la segunda mitad, fue llegar el gol de Torró, y el Madrid activó de nuevo su plan: que Vinicius rompa el partido. El brasileño se puso manos a la obra y de nuevo, jugada por banda apurando la línea de gol y tras un rechace a tiro de Kroos, Rodrygo evidenció una vez más que no perdona en los momentos decisivos.

A raíz del 2-1, Osasuna se volcó y dejó más espacios, pudiendo sentenciar Vini la final en el 89, pero en vez de marcar, prefirió regalarle el gol a Karim con una asistencia que no salió bien porque el pase no fue bueno y porque el francés no la esperaba. Lo que sí sabía Arrasate, Ancelotti y cada aficionado de Real Madrid y Osasuna, era que Vinicius iba a ser el jugador del partido y no se equivocaron. Aunque todos sabían lo que iba a pasar, fue imposible controlarle ni pararle.

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