Ruben Uria BlogGoal

Mejor que nadie, diferente a todos

Podría jugar a asesinar la reputación de Antoine Griezmann para ganarme el favor de los que lean este artículo, para que me llamen tribunero con razón. Podría decir que los jugadores tienen más amor por el euro que por la camiseta y seguramente recibiría unos aplausos. Podría recordar las palabras que salieron de la boca de alguien que valía más por lo que callaba que por lo que decía. Podría contarle a la tribu atlética que nunca hay que fiarse de aquellos para los que la palabra siempre acaba siendo demasiado tiempo. Podría caer en la tentación habitual de comentar que no todo el mundo puede ser Gabi, para rematar la faena diciendo que hay gente que entra en el Atleti, pero el Atleti jamás entrará en ellos.Podría escribir que cuando el dinero entra por la puerta, el amor sale por la ventana. Podría contar que los que mandan son los que son y enumerar esa lista de nombres convertidos en recuerdos y cromos que, como la lista de los reyes godos, forman parte del inventario de una sociedad anónima con vocación de puerta giratoria y espíritu egipcio. Incluso podría hablar de las famosas cláusulas que son PVP, que animan al club comprador y deprimen al atlético de a pie. Pero con perdón, a estas alturas de la vida ¿para qué?

Antoine le ha dado al Atlético de Madrid lo mejor que tenía. Dudo que lejos de Simeone pueda superar el rendimiento que ha ofrecido junto a él, pero qué más da. Poco importa si deja un vacío, emocional y deportivo, talla XXL. ¿Duele? Claro, pero no más que en otras ocasiones, para qué nos vamos a engañar, porque en materia de desilusiones, palabras huecas y promesas que no valen nada, los atléticos ya son veteranos de Vietnam. Tienen el cuerpo cosido de puñaladas y repleto de cicatrices, así que saben que no hay mal que cien años dure, pero sí cuerpo que lo resista. Así que, sin anestesia, al grano: el que no quiera estar en el Atlético de Madrid, fuera. Esa camiseta no es mejor que ninguna otra, pero sí es especial. Y no debe lucirla quien crea que su vida puede ser mejor en otro lugar, porque si el Atleti te elige y tú no estás por la labor, mejor irse. Sin rencores.

Gracias por todo, Antoine. Ahora los que te han querido de manera incondicional volverán a hacer lo que llevan haciendo durante toda la vida: reconstruirse y reinventarse para salir adelante. Para otros, una fatalidad. Para la gente del Atleti, otro día más en la oficina. Inercia. En eso consiste un relato de vida experto en nadar contra corriente y vivir en campo contrario. Eso es el Atleti. Un sentimiento inexplicable que está por encima de jugadores, entrenadores y directivos, se llamen como se llame. Y su único patrimonio es su gente. Esa que siempre se queda. Esa que no tiene cláusula de rescisión. Esa que nunca abandona. Esa que sabe que el Atleti no es mejor que nadie, pero es diferente a todos. 

Rubén Uría

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