+18 | Contenido Comercial | Se aplican Términos y Condiciones | Juega Responsablemente | Principios editoriales
Virgil van Dijk Liverpool 2018-19Getty Images

La noche de Van Dijk, la torre oscura

Ruben Uría Blog

Fue un 27 de febrero de 2017. El Liverpool decidía reventar el mercado, tiraba la casa por la ventana y pagaba 80 millones de euros por un defensa central. Virgil Van Dijk. Un gigante, una mole de músculos y un defensa al que se le profetizaban más defectos que virtudes. Dos cursos más tarde, Van Dijk se ha coronado, de manera majestuosa, como el mejor central de Europa. No tiene la jerarquía de Ramos, ni la elegancia de Piqué, ni la astucia de Baresi, ni la omnipresencia de Maldini, ni la contundencia de Scirea, ni la samba de Luis Pereira, ni el oficio de Godín, ni la mala uva de Ruggeri, ni el liderazgo de Passarella. En cambio, tiene una cualidad atronadora: un físico imponente, propio un Supermán para el que no hay delantero-kryptonita que valga. Brutal a la hora de imponerse en los duelos, imperial saliendo desde la cueva, impasable por abajo e infranquable por arriba, este rascacielos hecho futbolista ha roto todos los prejuicios que se desataron con su fichaje y ha tapado todas las bocas que se abrieron cuando costó una fortuna. En cada cruce, cada marca, cada anticipación y cada duelo, Van Dijk ha devuelto cada libra invertida en él.  

Dicen las reglas universales no escritas del fútbol que los delanteros viven del engaño. Y Van Dijk, dueño de una estatura de la NBA y unos músculos de la NFL, es un defensa que parece tener alma de delantero. No porque Dios le haya regalado el don divino del gol, sino porque vive de engañar al atacante. Si su cuerpo anuncia que irá a chocar, amaga y sale con la bola jugada. Si su potencia amenaza con reventar la pelota, se revuelve, busca la mejor salida y elige bien el compañero al que dársela. Si su cabeza busca la pelota, se la balonea al compañero. Si parece que va a perder el mano a mano con el delantero, anticipa el movimiento. Su físico, envuelto en una carrocería implacable, poderosa y vigorosa, esconde su mejor virtud: su tremenda inteligencia para poder interpretar siempre el lance del juego que le lleva a ganar todos los duelos. Al delantero rápido lo cuerpea, al regateador le saca del área, al cabeceador le anula, al habilidoso le anticipa. Parece lento, pero es rápido. Parece pesado, pero es liviano. Parece descoordinado, pero es armónico. Parece torpe con la pelota, pero no se equivoca ni a palos. Y parece que en cualquier momento va a cometer un error, pero nunca lo comete. Paradojas de la vida, la Champions más emocionante de los últimos años se cerró con una de las finales más pobres de la década. Y sin embargo, ni siquiera eso pudo desdeñar la "master-class" defensiva del holandés.  

Virgil Van Dijk, inabordable durante toda la noche como mariscal de campo de Klopp, fue elegido mejor jugador de una de las finales más pobres que se recuerdan. Sintomático, pero merecido. Entre otras cosas, porque este amasijo de músculos ha sido el jugador de campo que más minutos ha disputado sin jaber sido regateado ni una sola vez. Tras más de mil minutos de juego, nadie ha sido capaz de eludir, sortear, regatear o superar a este Hércules de ébano que, vestido de rojo, alimentó en la noche de Madrid un minto: no le pasan ni los rayos "X". En una noche mágica, el Liverpool se sacó la espina de Kiev, Salaha se tomó revancha y Klopp acabó con su estigma de perdedor de finales. Pero la noche, sin duda, fue de "La Torre oscura". Virgil Van Dijk. Un defensa gigantesco que convierte a los grandes delanteros en auténticos pigmeos.

Rubén Uría

Anuncios

ENJOYED THIS STORY?

Add GOAL.com as a preferred source on Google to see more of our reporting

0