No ha habido fórmula, combinación o alternativa que sirva. Se ha probado de todo, con todos los delanteros disponibles, con volantes llegadores, con extremos, con interiores, con un punta y con dos. Con algo de orden, juego elaborado y centros precisos -pocas veces- y también con desespero, jugando al pelotazo y el centro a cualquier parte -muchas veces-. Colombia, en su casa y ante Perú, perdió una gran cuota de su aspiración de llegar al Mundial y en parte, por la falta de gol. El mal endémico del equipo que Rueda nunca pudo descifrar.
La clasificación se embolató ante los Incas, pero venía escapándose desde varias fechas atrás. Error tras error, ausencia tras ausencia, Colombia sola se enredó en su camino a Qatar y careció de la categoría y contundencia necesarias que exigen la eliminatoria sudamericana para asegurarse un cupo con anticipación.
Seis partidos sin anotar un gol, cuatro de ellos en condición de local, condenan al equipo nacional. Los resultados también condenan a un Reinaldo Rueda que generalmente desacertó en sus convocatorias -irregulares y con muchos cambios de una a otra- tanto como en sus lecturas de partido y cambios. No logró encontrar y mucho menos consolidar a un equipo lleno de referentes, pero no de una base. Las variantes funcionaron en pocas excepciones y los microciclos y/o morfociclos se quedaron en intenciones.
Igualmente cae la responsabilidad en el plantel, principalmente en los referentes que estaban casi siempre fijos en los llamados del vallecaucano. Perdieron la mística, la jerarquía, el ‘fuego sagrado’ que los llevó a Brasil y Rusia. La generación dorada poco a poco se fue extinguiendo, el cambio fue insuficiente y la desazón se hace más fuerte porque ya no se depende de sí mismo para lograr el objetivo.
Más que tres partidos, tres finales. Argentina, Bolivia y Venezuela definirán a finales de marzo si se da el milagro cafetero o si se termina de confirmar el peor fracaso colombiano de los últimos años, producto de la ausencia total de gol en una Selección que presume tener a varios de los mejores delanteros del mundo. Cuchara de palo en casa de herrero.