Los antiguos compañeros de Mekhloufi no lograron conquistar el título en el Mundial de Suecia 1958: Francia cayó en semifinales.
Y siempre quedó la pregunta flotando en el aire: ¿qué habría pasado con las dos estrellas ausentes?
“Siempre he dicho que ese equipo era maravilloso y jugaba un fútbol hermoso. Sí, podríamos haber sido campeones del mundo. Por supuesto, es solo una hipótesis, pero ese grupo era muy fuerte, tanto futbolística como políticamente”, recordaría Mekhloufi en 2014, en una entrevista con GOAL.
Lejos de guardar rencor, figuras como Raymond Kopa, Just Fontaine —goleador histórico del torneo— y otros compañeros les enviaron una postal desde Suecia.
Incluso en Francia, comenzaba a crecer la comprensión hacia los jugadores argelinos: la sociedad empezaba a rechazar una guerra que se había vuelto insoportable.
En 1962, Argelia consiguió finalmente su independencia tras los acuerdos de Evian.
La selección del FLN se transformó en el equipo nacional oficial, y muchos de sus jugadores regresaron a Francia para retomar sus carreras.
El Saint-Étienne, mientras tanto, había descendido a la Ligue 2. Pero con el regreso de Mekhloufi —ya convertido en símbolo y con apenas 25 años—, el club logró el ascenso inmediato, conquistó el título de liga la temporada siguiente, y sumó dos campeonatos más, coronando su resurgir con el doblete de 1968.
Fue entonces cuando Charles de Gaulle, al recibirlos en el Elíseo, pronunció aquellas palabras que cerrarían un ciclo:
“Francia, eso es usted.”
Tras su retiro, Mekhloufi regresó de “su Francia” a su Argelia independiente, donde dedicó el resto de su vida al fútbol: fue entrenador, seleccionador nacional e incluso dirigente federativo.
En el Mundial de 1982, estuvo en el cuerpo técnico de Argelia, testigo de una gesta y de una injusticia: primero la histórica victoria ante Alemania, y luego la infame “vergüenza de Gijón”, cuando Alemania y Austria pactaron un 1-0 que los clasificó a ambos y dejó fuera a los argelinos.
En el otoño de 2024, Rachid Mekhloufi falleció a los 88 años.
Pero su legado trasciende el fútbol: será para siempre uno de los rostros más humanos y valientes del movimiento de independencia argelino.