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España no puede morir de vanidad

OPINIÓN

España está entre la espada y la pared. Susto o muerte, como el juego. Enfrentándose a Italia en octavos de final y por el lado oscuro del campeonato, es cuestión de apelar a la heroica o de hacer las maletas antes de que lleguen las fases finales. Lo tenía todo en la mano, con las buenas sensaciones de los dos primeros partidos y el tempranero gol de Morata en Burdeos, y sin embargo lo dejó escapar. Incomprensiblemente además. Y es que Croacia hizo un partido muy completo, cierto, pero espoleada seguramente porque España se fue diluyendo con el paso de los minutos. 

España murió por su propia vanidad. Así lo reconocía incluso Juanfran Torres en rueda de prensa desde La Rochelle este mismo jueves: “Tenemos que corregir ese pequeño exceso de confianza”. Y es que, con el balón en los pies, España nunca pensó en que podía ser derrotada, aun cuando dejó la sensación de que no estaba poniendo todo de su parte ni para profundizar en ataque ni para neutralizar las rápidas salidas de Croacia a la contra. “Échale huevos” llegaron a cantar los aficionados españoles mediada la segunda parte. Cómo debían estar viéndolo de claro. Croacia también, obvio. Sólo los propios jugadores de La Roja no debieron darse cuenta de que estaban demasiado pendientes de su propio ombligo en lugar de la portería contraria.

Y la vanidad es un pecado capital. Pero es doblemente capital en el caso de la selección española además. Tras caer estrepitosamente en el Mundial de Brasil y dejar resbalones notorios ante Eslovaquia o Georgia en estos dos años, esa lección debería estar más que aprendida. Sin embargo, en cuanto se asimila parece que cae en saco roto de nuevo. Como ese niño incapaz de resistirse al bote de gominolas. Quizás parte de la culpa sea también de Vicente Del Bosque y no toda de los jugadores, pese a que antes del partido ante Turquía ya avisó de que la humildad es innegociable. Pero con su extraña política de no rotaciones, quizás provocara así cierta relajación entre el grupo.

El caso es que a esta España hay que exigirle que no tropiece más en esa misma piedra. Porque tiene calidad y tiene que tener hambre. Es capaz de alcanzar las mayores cotas imaginables en el fútbol, y se ha visto en esta misma Eurocopa. De ahí que haya que pedirles la excelencia. Que haya que pedirles que dejen el cava en la nevera hasta el pitido final del partido final. Con el talento que atesoran, más los cinco sentidos en el balón y la portería contraria, podrían ser ‘invencibles’. O casi. Ahora, teniendo que pelear ante las selecciones más grandes del panorama europeo, y teniendo que batir sus propios fantasmas pasados, España ha perdido todo el favoritismo, como mínimo. Dichosa vanidad.

Los periodistas de Goal están equipados con Samsung Galaxy S7 y Gear 360

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