Zinedine Zidane Real Madrid 2019-20Getty Images

Derribando mitos: ¿Zidane es un entrenador con más suerte que capacidades?

En la conferencia de prensa que brindó en la víspera de la final de la Champions League de 2018, Jürgen Klopp se encontró a sí mismo en una posición extraña. Liverpool llevaba 11 años sin disputar el partido más importante de Europa y él había perdido la única definición del torneo que había disputado -allá por 2013- al mando de Borussia Dortmund, pero aún así el alemán era quien debía defender las credenciales del entrenador rival, Zinedine Zidane, que estaba ante la posibilidad de convertirse en el primer entrenador de la historia en conseguir tres títulos consecutivos en el certamen europeo.

"Mucha gente piensa que Zidane no tiene conocimientos tácticos, algo que también dicen muchos sobre mí. Sería bastante gracioso que los dos técnicos que disputan la final no tengan idea de tácticas. ¿Qué diría eso del fútbol?", exclamó Klopp en aquel entonces. Casualmente, los acontecimientos del día siguiente servirían para expandir aún más la creencia de que el francés no es un gran entrenador, sino uno con mucha suerte.

En aquel encuentro en Kiev, el Madrid comenzó con una actitud especulativa, defendiendo cerca de su área en un intento de controlar la amenaza que representaba el trío de ataque de los Reds, conformado por Mohamed Salah, Roberto Firmino y Sadio Mané. Sin embargo, el mapa del partido cambiaría de manera imprevista cuando el egipicio, que había marcado el 33 por ciento de los tantos del equipo inglés en la temporada, debió ser reemplazado tras lesionarse el hombro en un cruce con Sergio Ramos. 

Como si ese golpe no hubiera sido suficiente para Liverpool, unos minutos más tarde Loris Karius le regalaría el primer gol del encuentro a Karim Benzema tras arrojar el balón con sus manos directamente al pie extendido del delantero. Mané marcaría el empate, pero posteriormente Gareth Bale le devolvería la ventaja al Merengue con una chilena impresionante segundos después de ingresar desde el banco y luego liquidaría la historia tras otro bochorno de Karius.

Zidane, entonces, logró lo que nadie había conseguido anteriormente, pero, para sus críticos, aquella final no fue más que el resumen perfecto de su ciclo en el Madrid: sin jugar particularmente bien, el conjunto español logró prevalecer gracias a una extraña combinación de sucesos fortuitos, que fueron acompañados por destellos de excelencia individual en el momento justo. Como en cualquier mito que se precie, hay algo de verdad detrás de toda esta historia.

En el primero de los tres títulos del entrenador francés, en 2015/16, el cuadro fue particularmente benéfico con el Merengue, que en todo el torneo no se enfrentó contra ningún rival que hubiera ganado previamente el torneo. Y en la final, su equipo se vio notoriamente superado por Atlético de Madrid, que en aquella noche de Milán no hizo gala del fútbol defensivo que tantas loas le vale a Diego Simeone, sino que fue protagonista, tuvo más posesión y más tiros al arco que su rival. Sin embargo, la Orejona se fue a Cibeles en los penales.

Cristiano Ronaldo Penalty

El Real tuvo una actuación mucho más brillante en la final del año siguiente, en la que aplastó los sueños de Juventus de volver a reinar en Europa por primera vez desde 1996 con un segundo tiempo aplastante que derivó en un contundente triunfo 4-1 en Cardiff. Sin embargo, los críticos replican que el conjunto de Zizou nunca debió haber llegado aquella noche al estadio Millenium.

En los cuartos de final frente a Bayern Munich, los bávaros sufrieron dos expulsiones, fallaron un penal en el partido de ida cuando ganaban 1-0 y en la revancha en el Santiago Bernabéu fueron perjudicados por el arbitro, que no sancionó una clara mano de Marcelo dentro del área. Aún así, el equipo alemán logró forzar la prórroga, pero se quedó sin combustible: el local se aprovechó del cansancio de los 10 hombres del equipo de Carlo Ancelotti y marcó tres goles en el tiempo suplementario.

Al año siguiente, ambos clubes volvieron a verse las caras, esta vez en semifinales. Y aunque el Bayern asedió al Madrid durante los dos partidos (tuvo 39 remates al arco contra 16 de su rival en la serie), terminaría por pagar con la eliminación su falta de eficacia, en buena parte gracias a un increíble error de Sven Ulreich que sería capitalizado por Benzema. Si aquella falla garrafal del portero alemán no quedó en la historia del certamen fue solamente por la catastrófica actuación de Karius en la final, tres semanas después.

Sin embargo, ningún error rival, por más grande que haya sido, debería desmerecer lo que Zidane consiguió durante su primer ciclo en el Bernabéu.

Está claro que el francés heredó una plantilla estelar cuando llegó al club en enero de 2016, pero es justo recordar que ese mismo equipo era un completo desorden bajo el mando de Rafael Benítez: el Merengue venía de perder tres de sus últimos ocho partidos en La Liga, con una humillante derrota 4-0 como local frente a Barcelona incluida. Bajo el mando del galo, el Madrid sólo sufriría una derrota más en toda la temporada, conseguiría 12 victorias y quedaría segundo en el torneo, apenas un punto por detrás del Blaugrana. Tras el final del torneo local, llegaría la final con el Colchonero y la ansiada Undécima.

El rol que jugó Zizou para llevar estabilidad y calma a un vestuario desconectado no debería ser subestimado. Después de haber sido jugador de la Casa Blanca y de trabajar en el club como asistente de Ancelotti, el frncés demostró ser el hombre ideal para un puesto tan traicionero: "El Real y Zidane están hechos el uno para el otro", le diría Ancelotti al Corriere dello Sport. A partir de su vasta experiencia, el galo logró manejar a un grupo de futbolistas que era reconocido por reaccionar de manera negativa a disciplinadores como Benítez o José Mourinho.

Sergio Ramos, incluso, llegó a advertir públicamente al club para que no contrataran a Antonio Conte a mediados de 2018. Una situación que habla de los modos del central, pero también esconde un mensaje de admiración hacia el modo en que Zidane logró manejar a las superestrellas del Merengue: "No todos están capacitados para liderar un vestuario. O, al menos, no para hacerlo de una manera tan natural. Tengan más o menos minutos de juego, él logra que todos los jugadores estén motivados, esa es una de sus grandes fortalezas", le dijo el defensor a RMC.

De hecho, el modo en que manejó a Cristiano Ronaldo fue probablemente el logro más impresionante, e importante, que tuvo en el Real. El conjunto blanco aún no logró encontrar los goles que perdió desde que el portugués partió rumbo a Juventus y eso ha llevado a que muchos aseguren que Zidane y el Madrid no habrían ganado nada sin CR7. Sin embargo, fácilmente podría aplicarse la lógica inversa y replicar que el luso no habría conseguido sus últimas tres Champions League sin el entrenador francés.

Cristiano Ronaldo Zinedine Zidane Real Madrid Liverpool UCLGetty

Como el propio Ronaldo ha reconocido, fue el galo quien lo convenció de saltearse partidos con mayor regularidad, una tarea para nada sencilla a partir de la obsesión de Cristiano por los goles, los récords y los premios individuales. "Creo que Zidane sabe cómo manejar el equipo de una manera inteligente. No es una situación sencilla porque a todos los futbolistas nos gusta jugar siempre, pero él sabe cómo trabajar con astucia y logra involucrar a toda la plantilla", le dijo el portugués a RMC.

De hecho, llama la atención que un jugador reconocido por su enorme ego haya admitido que el entrenador le infundió mucha confianza en sí mismo: "Tienes que sentir que eres una parte importante del grupo y Zidane me hizo sentir especial. Me ayudó mucho, yo ya tenía mucho respeto por él, pero trabajar a su lado me hizo admirarlo más y eso es por cómo es como persona, por cómo habla, cómo lidera al equipo y por cómo me trató".

Por supuesto, la habilidad táctica de Zidane ha sido muchas veces cuestionada, principalmente porque su Real Madrid era un equipo muy extraño de analizar, a partir del caos organizado que desplegaba en el campo de juego. Para el francés, "el fútbol es un juego simple", en el que todo depende del control de daños. Por eso, no había nada revolucionario ni particularmente complejo en su manera de afrontar los partidos: Marcelo y Dani Carvajal se proyectabann; los mediocentros quedaban protegidos por Casemiro; la pelota se movía de manera inteligente a través de Toni Kroos y Luka Modric y llegaba lo más rápido posible a a Ronaldo, que debía recibir en una posición peligrosa.

El galo es, según palabras de Jorge Valdano, "un simplificador": "Es alguien que cree en el talento, que sabe que hay mejores y peores jugadores y que se relaciona con el fútbol de una manera natural. Lo sabe todo, pero mantiene simple la esencia del juego", le dijo el argentino a Time. Esto, por supuesto, no significa que Zidane no haya introducido algunos retoques tácticos importantes durante su primer ciclo en la Casa Blanca. 

Los persistentes problemas físicos de Bale pueden haber jugado su parte, es cierto, pero fue el francés quien decidió abrazarse al talento de Isco y cambiar el 4-3-3 por un 4-4-2 que fue decisivo para el doblete de Liga y Champions League de 2016/17. Ese logro histórico, que ningún entrenador del Madrid había conseguido desde 1958, se debió en gran parte a la maravillosa rotación aplicada por Zizou, que le dio lugar a jugadores como Lucas Vázquez, Marco Asensio y Nacho y todos tuvieron roles particularmente preminentes en la consagración del torneo local.

Esencialmente, el entrenador depositó su fue en la totalidad de la plantilla y tuvo una recompensa espectacular. Sin dudas se trataba de algo aprendido de Ancelotti, quien cree que lo más importante para cualquier entrenador es "la relación que tiene con sus jugadores". "Puede hablar de táctica o técnica todo lo que quieras, pero si no tienes a los futbolistas de tu lado, no tendrás la motivación colectiva que permite llevar a cabo un sistema de juego, ni los hombres para llevarlo a cabo", explica el italiano.

Hay una tendencia en estos tiempos que lleva a desmerecer a los entrenadores que se inclinan por el poder de la motivación por encima de lo táctico pero, como nuevo joven maravilla Julian Nagelsmann dijo una vez, "el 30 por ciento del trabajo es táctico y el 70 por ciento, competencia social". Zidane es, probablemente, el principal exponente de esta creencia en el fútbol actual.

"Fue jugador durante 18 años, lidié con muchos entrenadores, muchos grandes jugadores, muchos egos. Conozco muy bien los vestuarios y sé exactamente qué pasa en la cabeza de un futbolista. Eso es muy importante para mí, pero no es lo único, hay mucho trabajo y una filosofía detrás de esto. No soy el mejor entrenador, no soy el mejor tacticista, pero tengo algo más: pasión y esperanza. Y eso vale mucho más", explicó el propio francés antes de la final con Liverpool.

Algunos no estarán de acuerdo pero, en realidad, Zidane no necesita defenderse de quienes lo acusan de no ser más que un entrenador afortunado. Tampoco precisa que Ronaldo, Ramos o Klopp se expresen en su nombre. Su récord de tres Champions League consecutivas habla por sí solo. Es así de simple. Tal como le gusta a él.

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