xavi-barcelona(C)Getty Images

Xavi y el césped

Me gusta Xavi Hernández. Mejor dicho, me encanta el entrenador que se adivina en él. Tenía mucha curiosdad por saber cómo se desempeñaría en el cargo y lo está haciendo con un notable alto. Es novato, pero tiene sus conceptos claros, se debe a una idea innegociable y maneja todos los registros técnicos, tácticos y motivacionales para reforzar la filosofía de Guardiola, que en su día sublimó la herencia de Cruyff. Es un técnico preparado, que desayuna, come y cena fútbol, que se prepara para ser el mejor, que le ha dado la vuelta al Barça como un calcetín y que, de propina, tiene cualidades que merecen ser ponderadas: estudiar las cualidades de sus rivales y perfeccionar la evolución de sus jugadores respecto a su idea primigenia y estilo inconfundible: tratar bien al balón es tratar bien al espectador. Xavi, que hizo una exposición fantástica de las virtudes del Eintracht de Frankfurt en la previa, una que habría firmado hasta Marc Mayola, el mejor comentarista español de la Bundesliga, jugó sus cartas en Alemania, pero vio cómo el rival, por momentos, le superaba. 

Nada como para rasgarse las vestiduras, porque la Europa League, pese a lo que las terminales afines a la telebasura digan, no es un paseo por el campo. El equipo germano defendió con orden, salió en transición poseído por una furia y rozó la victoria. Fue todo lo que el propio Xavi anunció en la previa: un equipo fiable, que sale en estampida, que tira la contra con facilidad pasmosa y cuyo sistema de juego se le atraganta a cualquiera. El Betis ya lo padeció y el Barça, que estaba sobreaviso, no supo imponerse. Ni siquiera cuando el rival se quedó, merecidamente, con diez hombres. Combate nulo. El personal, que se tomó a guasa las flores de Xavi al Eintracht en la previa, aprovechó el cartucho, porque la caza no abunda mucho, para mofarse de un empate ante el noveno de la Bundesliga. Como gag”, fantástico. Como argumento, pobre. Entre otras cosas, porque 24 horas antes, el séptimo de la Liga le había dado un “meneo” importante al todopoderoso Bayern de Múnich, el primero de la Bundesliga. Que, por cierto, también perdió ante este Eintracht. Que no es el Milán de Sacchi, ni el Ajax de Cruyff, pero sí un equipo respetable y peligroso. Y el que se abrace a la estupidez de la presunta superioridad moral, que se ate los machos.

Xavi entiende este deporte como un espectáculo. Y precisamente por eso, por tierra, mar y aire, suele quejarse del estado del césped cuando no es una alfombra verde. Son muchas veces las que el de Terrassa, como jugador o como técnico, ha puesto el grito en el cielo cuando el césped no está como le gusta. Normal. Si a un billarista le echas alpiste en el tapete, no hace carambola. Sin embargo, la queja sobre el césped, por repetitiva, no le hace bien al Barça. Xavi se lamentó hasta seis veces del campo. También lo hicieron algunos jugadores. No era excusa, pero sonó como si lo fuera. Entre otras cosas, porque se habló de eso de manera intensa y repetitiva. Mal negocio para Xavi, al que ya hay quien, con mala baba, apoda “el jardinero”. ¿Por qué es una mala gestión de Xavi? Primero, porque por muy mal que estuviera el estado del terreno de juego, por muy seco o muy duro que fuera, estaba mal para los dos equipos. Y segundo, por prudencia, porque aún queda un partido de vuelta, que se jugará en el Camp Nou, con un césped en perfecto estado. Cabe preguntarse cuántas toneladas de memes se verán en las redes sociales si los alemanes logran pasar en la vuelta, con un césped del agrado de Xavi. Lo mejor que puede hacer el Barça es seguir reconstruyéndose, seguir creciendo, seguir mejorando y centrarse en resolver los problemas que le planteó un equipo que compitió hasta el tuétano. El Barça es mejor y ahora lo que tiene que hacer es demostrarlo. Con mal césped y con buen césped. Y Xavi lo sabe.

Rubén Uría



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