Sigue la escalada en el 'caso Griezmann'. El Barça filtró a su prensa afín que va a presentar una demanda contra el Atlético de Madrid. El relato azulgrana es que se podría alegar mala fe, que la cesión era por un año, prorrogable a una segunda campaña y que, en ese primer año, Antoine debía jugar más del 50% de los minutos que estuviera disponible, disputando el 81%. Esa es la versión del Barça, que tiene todo el derecho del mundo a emprender las acciones legales que considere, si es que sus servicios jurídicos entienden que tiene las de ganar. Adelante. A bote pronto, dos apuntes. El primero, una certeza: las demandas no se anuncian, se presentan. Y el segundo, una duda: si el Barça está convencido de que le asiste la razón ¿por qué ha esperado hasta ahora para reclamar lo suyo cuando hace meses que ya lo sabía? El Barça quiere demostrar que Laporta no es Bartomeu, quiere hacerse respetar y está harto de poner la otra mejilla con el Atleti, habituado a salirse con la suya como pasó con Villa, Arda o Suárez. Y por supuesto, con el propio Griezmann. Y aquellos correos...
Como el Atleti también tiene su prensa afín y sus medios, el club colchonero también filtra su versión. Saben lo que firmaron y consideran que la opción de compra se interpreta conforme al número de partidos disputados en el cómputo general de dos temporadas, no de una. Insisten en que no han incumplido el contrato y en que no han cometido ninguna ilegalidad en el ámbito laboral. Primero, porque Antoine está inscrito en la Liga como jugador rojiblanco, por lo que no puede reclamar el derecho a la ocupación efectiva al club. Y segundo, porque a nivel laboral, la ley solo obliga al club a permitir que el jugador pueda entrenar con normalidad con el resto del grupo y bajo la dinámica habitual. En el Atleti están calmados. Es más, explican que, si quisieran, Griezmann podría pasar la temporada sin ser convocado y no jugar un solo minuto.
Ya lo decía el maestro Azuara: Entre el honor y el dinero, lo segundo es lo primero. Hay quien dice que Laporta no es Bartomeu y que se saldrá en la suya. También hay quien tiene claro que Gil Marín es mal enemigo y que, cuando se trata de dinero, nunca pierde. Un contrato, dos clubes y dos interpretaciones opuestas. Un club que necesita dinero y tiene miedo de quedarse sin lo que supuestamente creía tener bajo control, contra otro club que decide infrautilizar a un jugador, condicionando lo deportivo a un interés económico. La historia tiene dos finales: batalla en los tribunales o renegociación. El resto, postureo.
Al fondo, el gran perjudicado de todo esto, Griezmann. Un futbolista que quería jugar en el Atlético de Madrid, que se rebajó el salario un 40% para volver y que está demostrando una profesionalidad intachable aceptando jugar una media de 30 minutos por partido, en pleno año de Mundial, sin un mal gesto y sin una mala palabra.
Rubén Uría




