Diego Simeone Atletico 2020Getty Images

El día que echen a Simeone

No hay día que un buen amigo no me escriba, con insistencia y gravedad, alertándome de que muchos atléticos creen que defiendo más a Simeone que al Atlético de Madrid y que su ciclo está agotado, por más que no lo quiera reconocer. Quizá tenga razón. Y quizá, como uno no vive de lo que piense la gente, aunque le afecte, es mejor equivocarse siempre con tus ideas que con las de los demás. El asunto está en que a uno, 'cholista', y a mucha honra, tras nueve años de indiscutible gloria, le está tocando quedarse cada vez más solo en un barco que antes estaba hasta los topes y del que ahora se baja todo Dios. Sálvese quien pueda. Los directores deportivos y los niños-rata primero. Uno sigue ahí, en el barco. Aunque se hunda. Por convicción y por gratitud.

Es lo que tiene ser creyente, formar parte de una secta y seguir creyendo, incluso cuando el cuerpo te pide dejar de hacerlo. Uno sigue instalado en el 'cholismo', que trasciende a Simeone. Uno sigue sintiendo un respeto reverencial por Simeone, al que nada debo y menos pido. Y uno sigue pensando, por más desolador que sea el panorama, por más decepcionante que esté siendo esta temporada para olvidar, que el camino no pasa por maltratar, insultar o menospreciar al tipo que devolvió al Atleti la grandeza perdida. Si al Atleti hay que quererle cuando menos lo merece, porque es cuando más lo necesita, cómo demonios dejar de querer a Simeone incluso cuando menos lo merezca, cuando es el momento en el que más lo necesita. Uno jamás va contra su familia. Y en público, menos.

La situación es grave. Óleo sobre lienzo, del 'cholismo' primigenio, no quedan ni las raspas. Queda un entrenador que intenta todo sin salirle casi nada. Culpa suya. Queda una plantilla confeccionada por el enemigo, desequilibrada, pusilánime, sobrepagada y dividida entre los que nunca tiran del carro y los que ya no tienen fuerza para hacerlo. Queda un club preso de su mala planificación y su inacción. Y queda una afición desencantada, golpeada, que abrió a la gota malaya de la telebasura y que no comprende cómo ha sido posible que el Atleti se haya cansado de ser el Atleti, posiblemente porque jamás entendió por qué el Atleti volvió a ser el Atleti. Apesta a autodestrucción, huele a habitación cerrada, a proyecto agotado, hay síntomas inequívocos de fin de ciclo y el Atleti coquetea con la decadencia en estado puro.

Hay quien dice que es el momento de amputar. Adelante. Quizá sin 'cholismo' estos mismos jugadores sean Maradona, Zidane y Beckenbauer. Hay quien dice que si el club despide al Cholo, el equipo volverá a carburar, funcionar, ganar y pelear por los títulos que siempre se peleaban antes de la llegada del Cholo. Hay quien dice que Simeone solo sigue ahí porque hay que pagarle mucho dinero y porque tienen miedo a que algunos aficionados recuerden que tienen cuello para girarse al palco. Hay quien dice que hay que echar a Simeone. Hoy antes que mañana. Adelante. Si el club ya no cree en él, hágase. Si los jugadores no le quieren, hágase. Si Simeone ya no sirve, a ropa, que hay poca. Y si el Atleti se ha convertido en un páramo donde la memoria se ha llenado de olvido, adelante.

Simeone, máximo culpable de haber hecho felices a los atléticos durante la mejor década de toda la historia del club, también es el máximo responsable de que el equipo parezca cualquier cosa menos un equipo de Simeone. Hay quien dice que el entrenador ya no es el mismo, que se ha acomodado, que sus mensajes ya no llegan y que se ha embriagado de éxito. Hay quien lleva años esperando que Simeone se despeñe, quien desea otro rumbo para el Atleti y cada vez son más los opinadores, aficionados, socios y tuiteros que viven convencidos de que todo fue muy bonito, pero hace tiempo que se acabó. Adelante.

Quien esto escribe, que no quiere convencer a nadie, no le va poner fecha de caducidad a quien dio todo sin esperar nada a cambio. El día que Simeone se vaya, porque no hay nadie imprescindible, el Atleti seguirá. No hay nada eterno y todo lo que tiene un principio, tiene su fin. Eso sí, el día que echen a Simeone, el día que después de maltratar lo mejor que le ha pasado a ese club en toda su historia, ese día habrá muerto el Atlético de Madrid en el que uno cree, siente, padece, sufre y disfruta. Ni ser décimo cinco años seguidos, ni jugar en Segunda, ni pasar 14 años sin ganar al Madrid, ni celebrar un ascenso, ni jugar la Intertoto, ni dejar que un club de todos fuera solo de dos, dolerá tanto como echar por la puerta de atrás a un señor que, el día que salga, debería hacerlo con el aplauso, ovación y reconocimiento de una afición que soñó con algo que creía que era imposible gracias a él.

La radiografía no engaña. El Atleti está muy enfermo. El entrenador no da con la tecla, el equipo no está, los jugadores no dan la talla, el club palidece y la afición ya ha pasado todas las fases: cabreo, decepción e indiferencia. Hace años leí una pancarta de unos aficionados argentinos que se referían a Diego Armando Maradona así: "No me importa lo que has hecho con tu vida, me importa lo que hiciste con la mía". Si de algo es culpable Simeone es de haber hecho felices a los atléticos. Si de algo es culpable Simeone es de haber sido "Diego Padre". Y si de algo es culpable, es de haber sido, durante más de una década, el pastor de una afición que sentía que, con él, nada les faltaba. Si el club quiere despedir a Simeone, adelante. Quien esto escribe sigue creyendo. Incluso cuando no hay motivos para hacerlo. No se me ocurre nadie más capacitado, preparado y comprometido para sacar adelante un equipo instalado en la mediocridad.

Hoy, en el barco del 'cholismo', que hace año y medio estaba hasta los topes, quedan muy pocos. Los suficientes para saber que el día que este club decida despedir a quien le ha hecho muy grande, el Atleti será mucho más pequeño.

Rubén Uría

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