GoalCádiz, Madrid, Getafe y San Sebastián. Semana "grande" del arbitraje en nuestro país. Errores groseros, decisiones incomprensibles, fallos terribles, interpretaciones más que sesgadas y de propina, actitudes chulescas. Nunca equivocarse tanto salió tan barato y nunca el arbitraje soñó llegar a más con menos. Arbitrar es muy difícil. Hay que decidir en décimas de segundo y los futbolistas, que son unos egoístas patológicos, seamos honestos, lo ponen muy difícil. Falta pedagogía, falta comprensión y sobre todas las cosas, falta información. Pero además, sobra prepotencia. Llevamos años intentando aprender a convivir con el error, a normalizarlo, asumirlo y procesarlo. Y sin embargo, pese a que los árbitros cuentan ahora con el VAR, que es una maravillosa herramienta, arbitran cada vez peor y están pervirtiendo el espíritu del VAR.
Mientras Velasco Carballo sigue debajo de la cama presumiendo de índice de aciertos, mientras sus acólitos enmascaran una serie de arbitrajes deleznables en progresión geométrica hasta el infinito y más allá, las quejas se multiplican y los problemas crecen. Aficionados, periodistas, entrendores y jugadores ya no saben qué es mano y qué no, qué es penalti y qué no, que es fuera de juego y qué no, cuándo debe entrar el VAR y cuándo no, cuándo se sigue el protocolo y cuándo no. ¿Por qué? Sencillo. Porque Velasco, en su inacción permanente y en aras de un cortijo que presume de moderno y es más viejo que el propio fútbol, sigue de brazos cruzados sin atender al ruego del fútbol. La creación de un cuerpo de VAR específico, como existe en la NBA o en la NFL. Algo que serviría para aclarar conceptos, unificiar criterios, tener independencia y evitar que los que cobran por arbitrar sean los mismos que cobran por atender al VAR.
Que el VAR no iba a acabar con la polémica lo sabíamos, había que ser un tonto a las tres para pretender que todo fuera perfecto. Lo que iba a lograr el VAR era hacer el fútbol algo más justo y han conseguido el efecto contrario. Han desvirtuado una herramienta maravillosa, la han secuestrado, la han pervertido y en un tiempo récord, han conseguido que el fútbol se pregunte para qué diablos sirve un protocolo que nadie entiende, una herramienta que nadie sabe interpretar y un sistema arbitral que lejos de hacer el fútbol mejor, lo está convirtiendo en un auténtico caos. Velasco sigue promoviendo un régimen destinado a que el buen corporativista tenga premio. Sigue sin crear el cuerpo específico de VAR y la calidad de los arbitrajes es cada día peor. Cada día tienen más medios para equivocarse menos y cada día se equivocan más. No es triste la verdad. Lo que no tiene es remedio.
¿Qué hay de los árbitros? Pues cobran salarios dignos del presidente de Estados Unidos y tienen la misma presión que un sexador de pollos de Zambia. Un árbitro gana 300.000 euros al año. Ni los mejores CEO de las empresas más potentes pueden presumir de un salario así, viajando a gastos pagados en hoteles de cinco estrellas. Con una particularidad: si el CEO se equivoca, va a la calle. Si ellos meten la zarpa, se refugian en el protocolo, la interpretación y en que si la abuela fuma, pero siguen arbitrando y cobrando. Viven en una burbuja artificial. Se creen intocables. Y si se equivocan, no hay consecuencias. Nunca pasa nada. Y si pasa, se le saluda. No hay nevera, no hay recomendaciones, no hay recusación, ni hay consecuencias. Hay barra libre de proteccionismo, corporativismo indecente, excusas de mal pagador y prepotencia desmedida de personajes que interpretan el reglamento con un código de ética variable que cambia cada cinco minutos.
Han convertido el VAR en un meme. Siguen sin crear un VAR homogéneo, independiente y con un criterio uniforme, porque su sistema es cambiar todo para que nada cambie. No les interesa que el fútbol mejore, sino que su cuenta corriente engorde. Están convirtiendo el arbitraje en un circo de monstruos de barraca de feria y mujeres barbudas. Nadie cree en estos arbitrajes. Y si nadie cree en ellos, es el principio del fin del futbol. Este fin de semana un profesional decía que esto es "una p..vergüenza". Y lleva razón. Lo es. Que siga la fiesta.
Rubén Uría
