El estadio Lusail es inmenso. Es altísimo, como el Camp Nou, probablemente. El sector de prensa, en el piso 6, es uno de los lugares que más arriba se encuentra. Desde ahí, el partido entre Argentina y Países Bajos, por los cuartos de final del Mundial, se vio casi como un tablero de fichas que se iban moviendo de un lado a otro de manera espejada. Fue espectacular.
Louis Van Gaal repitió el esquema que venía usando durante todo su proceso en Países Bajos: 3-5-2. ¿Las fortalezas? Buena salida y manejo de los tres centrales, sin problemas para conducir o filtrar pases a la línea de medios. Muchos cambios de dirección desde la zona de volantes hacia las puntas, a espaldas de los laterales rivales.
Ante eso, Scaloni sacó a relucir un recurso que ya había probado en todos los partidos del torneo salvo en la derrota ante Arabia Saudita: el mismo esquema, 3-5-2. ¿En qué se destacó la Selección argentina con esta táctica? El adelantamiento de los laterales volantes genera superioridad numérica en el medio. Ante eso, aparecen los espacios para que los tres de adentro muevan la pelota (contra Países Bajos, Enzo, Mac Allister y De Paul).
Fernández ya no necesita retroceder para buscarla entre los centrales. Se libera. Y por las bandas se da una oferta de descarga que hasta ese momento no había existido.
En la previa del partido, Van Gaal había dicho que su equipo podía explotar la falta de presión de Messi en la iniciación. Sin embargo, la recuperación de la pelota fue uno de los puntos altísimos del equipo de Scaloni. El capitán se esforzó más que nunca y Julián corre por tres. El plan fue orientar a que los centrales jueguen hacia adentro, evitar la salida por banda, y luego salir al duelo con los internos. Mac Allister interpretó a la perfección esa idea. Aunque no tuvo tantas recuperaciones efectivas, sí logró que el rival retrocediera ante su presión. De Paulo hizo lo propio por el otro lado. El escalonamiento fue perfecto.
A diferencia de lo que había pasado con Australia, la Selección argentina logró poner a sus jugadores por banda en situaciones de peligro. El primer gol es todo lo que está bien en un sistema así. Molina acompañó el ataque y, cuando sintió el peligro, aceleró y metió diagonal hacia adentro para terminar dando un pase a la red luego de la asistencia de otro planeta de Messi. En el segundo tiempo, un desborde de Acuña derivó en el penal a favor para acceder al segundo gol. El desgaste en esa función es gigante y en el segundo tiempo se notó esa falta de frescura pero, hasta que el físico dio, hicieron lo suyo.
Quedó claro que Países Bajos intentó que Lisandro Martínez, el central con mayor claridad en la salida, recibiera lo menos posible. Cuti Romero ahí sí se vio con alguna dificultad, pero muchas veces prefirió volver a empezar la jugada que dividir en un pase (dio 46 pases de los cuales 10 fueron a Otamendi, que como líbero fue el jugador que más pasó, y casi siempre bien).
El último detalle: en el segundo tiempo extra, Scaloni presintió que Países Bajos no quería más. Puso a Di María y ahora sí posicionó a tres jugadores en ataque para presionar, desbordar y generar superioridad. Se sintió que la Selección argentina lo iba a ganar en cualquier momento. Solo le faltó tiempo. Lectura perfecta: el entrenador pidió presión y ganas de ganar. El rival ya no quería ni podía más.
Más allá de los aspectos del partido ante Países Bajos, casi todos positivos, Scaloni pareció -como el equipo- reaccionar de manera positiva a la caída ante Arabia Saudita. Dejó afuera a los jugadores que no estaban a tope (De Paul, Lautaro Martínez, Guido Rodríguez), le dio más minutos a los de mejor presente (especialmente Julián Álvarez y Enzo Fernández) y tuvo un plan B muy bien aceitado para encontrar alternativas a su habitual esquema de 4-3-3. Por último, parece siempre emocionalmente estable, más allá de que el torneo de Argentina fue una montaña rusa difícil de contener para cualquiera.
Tras el final del partido, mientras los jugadores festejaban ante la gente, saltaban y deliraban, Lionel Messi se tomó un tiempo para ir a abrazar uno por uno a los integrantes del cuerpo técnico. Habla de una comunión, pero también de un reconocimiento. Atrás del genio, hay un cerebro digno de un final que fue soñado muchas veces y que merecía un capítulo a esta altura.