Trece días más. Trescientas doce horas más de este aire espeso que sobrevuela desde el 31 de octubre. De intentar domar la adrenalina. De controlar el descontrol. De seguir sobreviviendo a la absurda cotidianeidad en pose civilizada.
Hay tiempo, sí, para hacer cicatrizar las gargantas ásperas y los labios mordidos. Sobrarán ratos para repasar compactos del partido y fantasear con los “si hubiera/no hubiera pasado tal cosa, habría/no habría pasado tal otra…”
El historial Boca - River en la Copa Libertadores
En La Bombonera hubo fútbol, hubo goles, salvadas, errores. Hubo picos de tensión, de colapso mental, de nervios insalubres. Todo menos armonía.
Boca encontró respuestas sin buscarlas. La molestia muscular de Pavón le ordenó las fichas; el oportuno cabezazo de Benedetto justo antes del entretiempo, la cabeza.
La jerarquía individual ofensiva de Boca es el principal pilar de su optimismo. Boca volvió a salir a la cancha en modo light, igual que en los últimos clásicos en La Bombonera. Cedió terreno e iniciativa, se dejó cachetear e hizo todo para recibir un gol. La manija psicológica de estos partidos sigue siendo, salvo en algunos espasmos de empuje xeneize, monopolio de River. El equipo de Gallardo encuentra garantías en el funcionamiento colectivo. Cuando parece que se queda sin alternativas, se reinventa.
Rossi dejó de ser el arquero temeroso al que sus hinchas apoyan porque "es lo que hay". Pratto dejó de ser el delantero de los 14 palos que no le mete un gol a nadie. Pity ratificó que La Boca lo enloquece. Benedetto confirmó que es fija, no variante . Y Tevez, que tiene un hambre voraz por volver a festejar en Núñez , como hace 14 años.
¿Pelota o escudo? La pelota quiere jugar, el escudo solo quiere ganar, dice Jorge Valdano, desde España, con la lucidez que lo caracteriza y con una notoria lejanía de la insensatez argentina. Trece días más...