En-Nesyri Ocampos Sevilla Elche LaLiga 2022-23Getty Images

Sevilla FC: La flecha, el pecho y el culo

Cuando un club contrata tres entrenadores en nueve meses, el crimen no lo ha cometido el mayordomo con un candelabro en la cocina. Esto no es el ‘Cluedo’, ni es un juego. Es la vida real. Si un club profesional despide a dos entrenadores durante una misma temporada y contrata a un tercero, el asunto está más claro que el caldo de un asilo. Las cosas no se han hecho bien. La responsabilidad compartida comienza en el palco, donde los gestores  e impulsores de la mejor etapa de la historia club se han equivocado. Demasiado. La misma receta se aplica a una plantilla que quizá no tenga nivel para disputar la Champions, pero a la que se debe exigir mucho más que coquetear con el descenso y alternar un partido decente con tres horribles. No faltan los agoreros que, empachados de caviar, ahora protestan en época de mortadela. Es humano. Menos lo son los que llevan años soñando con una cerilla y un bidón de gasolina para ver arder al Sevilla FC. Y en esta ocasión, es posible que tengan razón, porque el Sevilla está jugando con fuego. 

Sampaoli, como Lopetegui, ha sido hijo de sus resultados. Si un entrenador no es parte de la solución, siempre acaba siendo parte del problema. Al sevillismo, que tiene la exigencia por bandera y no hace prisioneros, incluso a los que saben que el problema no ha sido de entrenador, el cuerpo les pedía un nuevo rumbo. Prioridad, sacar al equipo del abismo. Después, aunque la pesadilla tenga final feliz y los astros se alineen para lucir palmito en Europa, el sevillismo se replanteará el futuro del club. Entre otras cosas, porque más allá del jaleo institucional y de las guerras intestinas, hay algo que distingue al sevillista: su exigencia máxima. Al fin y al cabo, el hincha, de Tribuna a Gol Sur, es una especie en extinción: el sevillista sí come carne de sevillista. Eso será en verano. Ahora, en primavera, toca salvarse. Echar a Sampaoli sale caro, pero es inmensamente más barato que un descenso. De ahí lo de prescindir de un capitán de barco que se hunde y buscar otro que lo reflote. Objetivo: salvar la temporada sin hipotecar la próxima. 

En ese horizonte aparece José Luis Mendilíbar. Un tipo con experiencia, identificado con un fútbol directo, agresivo y vertical. Para salvar al equipo, en tiempo récord, tendrá que aplicar una terapia de choque. Convencer a los jugadores de que son mucho mejores de lo que ahora parecen. Y por supuesto, ganar. A Nervión llega un entrenador de la vieja escuela. Uno de esos que, como el difunto Luis Aragonés, suele decir más veces vete a tomar por culo que buenos días. Uno de esos que habla futbolés y no los nuevos dialectos del bloque bajo y los intervalos. Si se gana al vestuario, el equipo recuperará autoestima y posiciones. Si la plantilla no le cree, el barco se hundirá. Entrenador y equipo tendrán que subirse al tren en marcha, porque la grada ya no espera a nadie.El sevillismo lo tiene claro. Si hay que morir, mejor con una flecha en el pecho que con una en el culo.

Rubén Uría

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