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Rubén Uría: El VAR y los que dan la vara

Salió a la palestra Velasco Carballo y estuvo de matrícula de honor. Puso luz y taquígrafos a la situación, se mostró didáctico, habló con naturalidad y puso algo de cordura en el frenopático que algunos han convertido el fútbol español. A un lado, una exposición brillante de un señor que tuvo a bien contar que en la primera vuelta del campeonato se produjeron 397 incidentes en el área de penalti con un acierto en 371 jugadas y errores en 26 para, gracias a la consulta con el VAR, haber reducido el error arbitral al 1.76% de error. Al otro lado, los que se pasan la vida retratando al personal mientras la realidad les vuelve a retratar a ellos. Otro mal día en la oficina para los paladines de la conspiración, los reyes del estramonio, los telepredicadores del Villarato y los que se pasan la vida dudando de la honestidad de los demás pero nunca de la suya. Habló Velasco con la verdad por delante, en un ejercicio de transparencia, de sentido común y de autocrítica, explicando que el VAR es mejorable, que puede regularse más y mejor, que habrá que perfeccionarlo y que algunos árbitros pueden/deben acudir más al monitor, naturalmente, pero dejando bien claro que el VAR era y es absolutamente necesario. A un lado, los que se pasan la vida quejándose de que el profesor les tiene manía y culpan al VAR como si fuera el empedrado, con pataletas infantiles, cuando toda la vida de Dios se han vanagloriado de repetir al resto que la desigualdad arbitral la buscan los que sólo saben llorar. Al otro lado, un colectivo, el arbitral, al que todo el mundo abofetea, denigra, veja, critica y apalea, y que tiene que aguantar no sólo las quejas de los clubes poderosos con nula autocrítica, sino también a un periodismo deportivo que presume de un desconocimiento profundo del protocolo del VAR.

A un lado, los del VAR. Al otro, los que dan la vara. A un lado, los malos de la película, a los que se les asesina la reputación por cada decisión, con toda la valentía que falta para criticar a los poderosos. Al otro, los buenos de la película, los que se pasaron años pidiendo la llegada de la tecnología para ayudar a los árbitros y que ahora, cuando ya tienen la tecnología que reclamaban, se la quieren cargar porque no la entienden y quieren cambiar todo, para que nada cambie. A un lado, los árbitros, que no tienen quién les escriba, ni quién les defienda, porque sale más barato zurrarles a base de bien. Al otro, los que dicen que el VAR es un problema cuando el único problema real es la clasificación. El amor es ciego, pero los vecinos no.

Rubén Uría

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