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Gerardo Martino, un 'híbrido' entre el menottismo y bilardismo

La adicción que los argentinos tienen por la pelota y la enorme cantidad de bares y de restaurantes que hay en cada una de las grandes ciudades de Argentina dispusieron, históricamente, una tarea más popular que el futbol: hablar de futbol. Sin terminologías pomposas, en cada barrio, sobre todo desde el crecimiento del profesionalismo y de la alta competencia, comenzó a abordarse una discusión filosófica que generó grandes peleas. Se volvió carnal porque encontró dos referentes que las expresaran y, además, consiguió que esos dos líderes ganaran un Mundial con su ideología como estandarte.

"No tenemos una ideología de juego definida porque cuando cambia el entrenador cambia el estilo", dijo Gerardo Martino, en la última Copa América 2015 en Chile, cuando comandaba a Argentina, precisando de qué se estaba hablando. César Luis Menotti y Carlos Bilardo, el menottismo y el bilardismo -así, como los grandes movimientos políticos y culturales de la historia- fueron los referentes de esta pregunta: ¿qué es el éxito?

Menotti: el éxito es ganar jugando bien.

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Bilardo: el éxito es ganar. Como sea.

Luis Menotti Carlos Bilardo 231018Getty

Cuando Martino exhibió su pensamiento muchos, entonces, se preguntaron en qué línea se encontraba el estratega. Analizarlo encuentra dos versiones frente a la misma respuesta. La primera es de orígen futbolístico. La segunda tiene que ver con su humanidad.

UNO. El 17 de julio de 2011, en la ciudad de La Plata, Martino vio que el árbitro Sergio Pezzotta levantaba los brazos e indicaba que terminaba el tiempo reglamentario y que el partido iba a los penales. El frío que bordeaba los 0º de sensación térmica lo tenía fastidiado. Verificó la lista de los que pateaban, agarró sus cosas y se fue al vestuario. Agarró un recipiente, lo llenó de agua caliente, se sacó los zapatos, puso los pies adentro y se quedó esperando. Al rato, se enteró que los brasileños habían errado los cuatro penales que habían pateado. Su Paraguay llegaba a la final de la Copa América.

Muchos pensaron que vivió los tiros desde los doce pasos desde los camarines por una cuestión de cábala. Un tiempo después, él lo aclaró: "Yo me quería morir, habíamos sido un desastre". La idea la reforzó, en 2015, en su primer torneo dirigiendo a la Selección Argentina: "Yo no vengo acá a ser un miserable". Su frase respondía a una realidad: sus primeros pasos como director técnico fueron en Brown de Arrecifes, en Platense y en Instituto, todos de la segunda categoría para abajo, sin disponer de grandes jugadores. Ya había pasado por Barcelona. Luego dirigía a Lionel Messi, Sergio Agüero, Carlos Tevez, Gonzalo Higuaín, Ángel di María y Javier Mascherano, entre otros. No servía ser miserable: había que ganar jugando bien.

Gerardo Martino Lionel Messi Argentina 062015

DOS. Nahuel Guzmán fue campeón con Newell's y llegó a la semifinal de la Copa Libertadores. El entrenador era Martino. Por el gran rendimiento, Tigres decidió comprar el pase del arquero. El Tata, cuando llegó a la Selección, lo citó para que fuera a la Copa América. Cuando le preguntaron cómo podía definir al director técnico dudó unos segundos y aseguró: "Tiene la virtud de ser un tipo común, con costumbres de gente común". La inquietud corrió hasta el predio de Ezeiza donde suele entrenar la Albiceleste:

-Tata, ¿qué es para vos ser un tipo común?
-El que hace asado, el que habla de manera normal y no rebuscada, el que da notas como daba en cualquier otro lugar. El que paga sus impuestos. Supongo que debe pasar por ahí. Es raro. En Barcelona, justamente, me decían eso: que era un tipo común. Es raro ser un tipo común y dirigir al Barcelona o a la Selección argentina. Creo que eso es lo que yo no estoy dispuesto a negociar. 

Cada que va a su país, Martino sigue yendo a cenar los sábados a un restaurante con su familia. Se junta en el bar Pan y Manteca de Rosario con sus amigos de Newell's con los que casi no habla de otro tema que no sea de la pelota. Juega en un parque público al fútbol tenis, por la mañana, y no le molesta que le saquen fotos. Va al cine con su mujer.

El primer momento libre que tuvo dirigiendo en Barcelona, en cuatro días que coincidieron con fecha FIFA, se tomó un avión y después otro para visitar a su papá. Sabe detalles de la vida de los empleados de Ezeiza y los llama cuando se entera que tienen algún problema. Lo dice bien clarito y aclara que a él no le gustan los conceptos que se escriben con frases raras: "Creo que eso es lo que yo no estoy dispuesto a negociar".

Es ahí donde el segundo punto encuentra otra manera de entender qué es el éxito para el entrenador: "No me perdonaría que gente que es amiga o que conozco hace mucho tiempo o que quiero puedan llegar a ver a un tipo diferente al que era diez años atrás, antes de dirigir a Barcelona o a Argentina". 

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