Cala y Diakhaby

Que no pase un día sin que des tu opinión de mierda

Si las redes sociales pudieran tener una banda sonora propia, no me cabe la menor duda que debería ser una canción de ‘Los Punsetes’. El estribillo del tema es: “Que no pase un día sin que des tu opinión de mierda”. Desde que la pasada jornada se produjo el terremoto 7.5 en la escala de nuestro fútbol, a colación del desagradable incidente entre Cala y Diakhaby, miles de personas hemos usado la magnífica herramienta de las redes para dar rienda suelta a nuestros instintos más bajos, entregándonos a un festival tuitero de opiniones exprés, trufadas de sospechas, acusaciones, vejaciones, faltas de respeto y conspiraciones de garrafón. Como en este país todos somos especialistas en que no pase ni un solo día sin dar nuestra opinión de mierda, sobre todo los periodistas, el personal ha convertido un asunto tan delicado como un presunto caso de racismo, en una fosa séptica donde se atrincheran clubes y aficiones.

Unos han querido usar el tema para denunciar la desigualdad racial todavía latente, otros han preferido blanquear el tema, otros han linchado a los protagonistas, otros han puesto el foco en tirar por tierra el crédito de las instituciones, otros han querido ganar votos politizando el asunto, otros han pisoteado la presunción de inocencia y la mayoría ha preferido lo de siempre: juicio popular sobre unos hechos cuya realidad sólo conocen, de primera mano, dos personas. Hemos creído que en nuestra película hay buenos y malos, hemos escuchado la versión de Diakhaby, también la de Juan Cala, la denuncia pública del Valencia CF y la respuesta contundente del Cádiz. Una guerra de comunicados, de acusaciones, de postureo y de mensajes prefabricados. Un montón de propaganda cruzada convenientemente esparcida por el potente altavoz de los medios y que ha germinado la semilla del odio en el contenedor gigante de las redes, donde no han faltado manos para azotar a los protagonistas, en aras de una sed de justicia que todos reclaman suya, creyendo que su verdad es una bandera única.

Han pasado las horas y mientras Competición ha abierto un expediente extraordinario para recolectar pruebas sobre el asunto, LaLiga ha comunicado que, en su informe, no existen pruebas del presunto insulto racista. La pregunta del millón es: ¿Y ahora, qué? Pues ahora, después de que cada uno haya querido jugar su partido con algo tan delicado, resulta que hemos perdido todos. Pierde el fútbol español, por goleada, porque no hay peor imagen para nuestro campeonato, de cara al exterior, que no haber sido capaces de limpiar una enorme mancha de chapapote. Pierde el Valencia CF porque su jugador salió del campo al sentirse agraviado, el equipo se marchó a vestuario y cuando les advirtieron que podrían perder puntos en juego, volvieron dejando escapar una ocasión de oro para cambiar la historia de este deporte. Pierde el Cádiz, porque si la investigación finaliza resolviendo una acusación injusta a su jugador, tendrá que cumplir su amenaza de exigir una sanción para los que acusaron sin pruebas.

Pierde Juan Cala porque, agraviase o no a su compañero de profesión, y más allá del linchamiento social en las redes, tendrá que convivir con la sombra de la sospecha a cuestas y con haber quedado señalado de por vida por algo de lo que existen indicios, pero no pruebas fehacientes. Pierde Mouctar Diakhaby, porque aunque varios medios de comunicación le dijeran que no estaba solo, se ha quedado solo, teniendo que volver a jugar al fútbol en un club de un país que, por falta de pruebas, no ha podido o no ha sabido protegerle, teniendo ahora que aguantar que algunos le señalen pensando que se inventó algo que nadie en su sano juicio podría inventarse.

Y por supuesto, como por desgracia el asunto no se arregló entre ambos protagonistas, bien en el campo o bien en una posterior llamada telefónica, en este asunto tan escabroso, los que más hemos perdido somos los que hemos convertido la lucha contra el racismo en una astracanada infumable. Hemos perdido todos los que, embutidos en nuestros colores y nuestras filias y fobias, creemos que lo que el mundo realmente necesita es que no pase ni un solo día sin dar nuestra opinión de mierda. Esta es la mía. Otra mierda. Con perdón.

Rubén Uría

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