GoalHubo una época en la que la selección española iba por la vida con Iker Casillas y Víctor Valdés, quizá los mejores porteros de la historia de Real Madrid y Barcelona, como algo rutinario. Es más: teníamos al guardameta titular del Liverpool chillando a los camareros, cerveza en mano, porque asumíamos que su rol era más o menos de atrezzo. Normalizamos algo que era irreal.
Porque quizá lo habitual no sea lo de Inglaterra, que llegó a convocar con frecuencia a porteros que jugaban en segunda división, pero tampoco lo de nuestras últimas dos décadas. Acostumbrados a cancerberos de élite que ni siquiera debutaban con España (Andrés Palop se retiró con un total de cero internacionalidades), es entendible que lo de hoy nos parezca un DEFCON 2 futbolístico.
Y es que es evidente que Unai Simón, el previsible titular en la Eurocopa para Luis Enrique, no se hubiera asomado jamás a la Selección de los años dorados salvo plaga salvaje de lesiones. Es un portero prometedor, con buena planta, pero endeble a la hora de dar sensación de seguridad. Los números sentencian: el pasado fin de semana se convirtió, con seis errores, en el portero que más fallos ha cometido que hayan luego terminado en gol dentro de las cinco grandes ligas europeas.
Lo de Kepa merecería casi capítulo aparte. Desde que llegó al Chelsea, su figura ha menguado hasta el punto de convertirse en un problema para el club, que ahora mismo ve como el portero más caro de la historia (ochenta millones de euros del ala) ha quedado para jugar partidos de Copa. Para empeorarlo todo, su sustituto, un Mendy que no parecía precisamente una apuesta de morro fino, se ha mostrado muy solvente en momentos delicados.
Nos quedarían Robert Sánchez y quizá Fernando Pacheco, dos futbolistas fantásticos a los que perjudica la poca brillantina de sus equipos. Pero, sobre todo, hemos aparcado a David de Gea, cuyo caché descendió tan en picado como el del cantante que empieza a quedarse sin voz en los conciertos. Poco resonaron en España las temporadas del madrileño siendo decisivo en la Premier, que terminaban eclipsadas por unos veranos dubitativos cuando sonaba la Marcha de Granaderos.
Sorprendentemente, ya nadie parece ver a De Gea como el mejor portero de España. Con apenas treinta años, el esplendor de la etapa madura de un arquero, pareciera que hemos pasado página en la carrera de alguien que no merece ese trato. David se ha ganado un último baile como titular en un gran torneo de selecciones. El desquite de tantos partidos en los que le vimos azaroso precisamente porque se sabía sin la confianza absoluta de los poderes fácticos. Quizá sea Gdansk el lugar donde acabemos por comprobarlo.


