Si alguno considerara relevante conocer si Luis Enrique me cae simpático y me lo cuestionara, le sería muy franco al decirle que ni mucho menos. Que del seleccionador español valoro positivamente varios aspectos pero el de su simpatía no es uno de ellos , no me cabe ninguna duda. Y me parece que no tiene ninguna importancia.
Cuando anoche, durante el partido de semis, mi hijo quiso saber si yo consideraba que entre los 24 elegidos debería haber habido algún futbolista del Madrid, le contesté que en mi opinión bien habría hecho el asturiano en convocar a Nacho Fernández para un eje de la zaga ciertamente mejorable, según mi entender. Pero le apunté, asimismo, que me resultaba escasamente relevante.
Como tantos españoles, antes, durante y después, me habría gustado ver a Iago Aspas formar parte de quienes han estado defendiendo los colores de la selección. Albergo escasas dudas de que podría haber sido un torpedo de flotación en más de una defensa rival. ¿Habría ganado España la Eurocopa con el de Moaña en sus filas? Vaya usted a saber, pero seguramente tampoco, porque donde se ha mostrado débil el combinado hispano ha sido en la zaga.
Ha tenido Luis Enrique en sus manos a un centrocampista que cerró su participación liguera con 23 acciones de gol entre dianas propias y asistencias, unas cifras de capitán general. Sin embargo, el uso que el seleccionador ha dado a Marcos Llorente ha ido de más a menos y, sobre todo, colocándolo fuera del lugar en el que más ha rendido con el Atlético campeón. ¿Se le ha infrautilizado por ello? Pues creo que no . Primero porque no tiene un encaje tan natural en un 4-3-3 como en el 4-4-2 del Cholo y las bandas a España le han funcionado sorprendentemente bien. Y, después, porque como lateral no rinde al nivel de Azpilicueta, como es natural.
El repaso a mil y una cuestiones podría prolongarse durante líneas y líneas pero para qué, si el único mensaje que pretendo trasladar –para si acaso abrir una cierta reflexión– es el de que Luis Enrique se ha ganado el derecho a construir el edificio de la selección como considere oportuno, tanto por la experiencia que le acompaña, como por los resultados que le avalan.
Para futuras ocasiones, dejemos de pedirle un once tipo, no le exijamos un bloque más experimentado, no nos llevemos las manos a la cabeza porque no haya uno de los nuestros, apartemos la necesidad de volcar nuestra frustración porque no sepamos a qué juega la selección, descartemos que las ruedas de prensa tengan que ser un concurso de simpatía... permitamos que se trabaje según el leal saber y entender de quien se ha ganado el favor de todos los que han jugado a sus órdenes; de esos futbolistas que han estado tan solo a unos penaltis de llegar a la final (¿y ganarla?) cuando ni siquiera daban un duro por ellos los de Operación Camarón.
*De la canción ‘Luis Enrique’ de Los Nikis de ‘Marines a pleno sol’ (1985)
Lartaun de Azumendi
