Luis SuárezWeb Atlético Madrid

Mike Tyson es uruguayo

Ruben Uria BlogGoal

Mike Tyson sacudía y los tipos se hacían añicos contra el suelo. Julio César Chávez, "míster nocáut", tenía un martillo en el puño. George "Big" Foreman, predicador fuera del ring y enterrador dentro del cuadrilátero, tenía una buena política: puñetazo que pegaba, familia de luto. Roberto "Mano de piedra" Durán sacaba el recto de derecha desde Panamá y el personal se acostaba en la lona. Y Rocky Marciano, el tanque salvaje de Brockton, descargaba su maza y el personal iba directo a la habitación del sueño. Todos fueron bendecidos con el poder de la devastación. La pegada. Su naturaleza era indómita. Su carácter, más fuerte que el vinagre. Sacaban la mano y el mundo quedaba fuera de combate.

Luis Alberto Suárez Díaz es un boxeador hecho futbolista, un nueve todo pegada. Uruguayo, canchero, peleón e inimitable, nació delantero centro, vive siendo delantero centro y morirá siendo delantero centro. Nació para el gol, para prestigiarse en el arte de vacunar, para ser la pesadilla de cualquier defensa y el grito al viento de la hinchada. Tyson sacudía y sus víctimas palidecían. Suárez remata cochinillos y factura. Su caso no es único, pero sí universal. Dios le regaló un talento divino, la suerte del gol. Y Luisito, admirado si le tienes en tu equipo y odiado si juegas contra él, lleva años sacando petróleo de ese don. Nació vacunando, vive vacunando y morirá vacunando. Regalado por Bartomeu y recibido con los brazos abiertos por Simeone, Suárez es el martillo pilón del vigente campeón. Un valor seguro. El "míster nocaut" rojiblanco. 

Luisito hacía goles con 19 años y sigue convirtiéndolos con 34. Cumplirá los 38, llegará a los 60 y cuando tenga 87, cuando tenga más años que un bosque y necesite la ayuda de un bastón para caminar, seguirá facturando sin piedad. Lejos del área, tiene la velocidad punta de una tortuga, pero dentro del área nadie tiene un instinto tan rápido como el suyo. Es el psitolero más sucio y rápido en disparar. Un ejecutor implacable. El Clint Eastwood de Salto. Su gasolina, las críticas. Su fuerza, la confianza en sí mismo. Y su motor, la motivación personal. Si fuera una empresa, sería "Demoliciones Suárez Sociedad Limitada".

Lejos de portería sufre. Dentro del área, goza. En el arte de definir, domina todas las suertes. Puede liquidar como fino estilista. Y si se tercia, con un poder devstador, sin sutilezas. Sus recursos, inifinitos. Marca con la derecha, con la izquierda, con el pecho, de taquito, de espuela, de volea o si se tercia, de tijera. Suárez es el don infinito del gol. Si le critican, golea. Si profetizan que está acabado, factura. Si se pone en duda su nivel para competir, la manda a guardar. Si hablan de su rodilla, la revienta con su pata de palo. Y si le menosprecian, se viste de ángel exterminador. El mundo abre la boca y Suárez las cierra. Desde que llegó al Atleti, Luisito se ha empeñado en mandar al mundo el mensaje del maestro Santiago Aparicio:Mamen no es un nombre de mujer. Suárez es Tyson hecho delantero. Él pega y los tipos se hacen añicos contra el suelo. 

Rubén Uría

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