EDITORIAL
Es el gran dominador del Clásico, un partido que empezó a cambiar el 19 de noviembre de 2005, el día que Leo Messi debutó frente al Real Madrid. Curiosamente en aquel choque también se estrenó Sergio Ramos, que supera al rosarino en partidos disputados entre eternos rivales y hoy incluso hará historia convirtiéndose en el jugador que más veces lo ha jugado. Sin embargo, y a pesar de que el rosarino solo haya jugado un Clásico menos que el camero, si se habla de goles y asistencias nadie tose a Messi.
Hoy ya es el máximo goleador de la historia del Clásico con un total de 26 goles, 18 de los cuales han sido en la Liga. Tamaño dato toma especial importancia sabiendo que, además, el diez azulgrana ha marcado más goles en los Clásicos que toda la actual plantilla del Real Madrid, con dos dianas menos que el rosarino. Es un dato que bastaría para acabar con muchos debates que siguen encendidos a menudo de forma artificial porque las estadísticas desarticulan cualquier oposición.
Sin embargo, Messi tiene sus propios retos en un Clásico que valdrá el liderato para el ganador, en caso de haberlo. Ambos equipos comparten la primera posición de la Liga y el Barcelona sabe que necesita a su estrella para aspirar a dominar el campeonato en solitario. Pero Messi suma tres Clásicos consecutivos sin marcar ni asistir y hoy estará obligado a intervenir en algún gol si no quiere acumular cuatro partidos frente al eterno rival sin hacerlo, lo cual no ha sucedido nunca. Ya saben, para tener que evitar escuchar aquello del fin de ciclo otra vez más.
Porque, en definitiva, Messi persigue otra plusmarca en tan señalado partido y es el de las victorias. En estos momentos presenta diecinueve, las mismas que Sergio Busquets, y se encuentra a solo dos triunfos de igualar a Paco Gento como el futbolista más ganador de la historia del Clásico. Si hoy el Barcelona sale victorioso se pondrán a solo una de tan importante récord y certificará que algo en el Clásico empezó a cambiar en el mismo momento en el que Messi saltó al terreno de juego del Santiago Bernabéu en aquel partido que acabó 0 a 3 y con el público aplaudiendo los goles de Ronaldinho Gaucho. Los de Messi, porque siguen doliendo quince años después, no los aplauden.