Marcelino García ToralYoutube Athletic Club

Marcelino no necesita retorcer la realidad

Firma Lartaun de AzumendiGoal

Ayer, a punto de finalizar la habitual rueda de prensa de víspera de partido, Marcelino García Toral se pensó muy mucho si entrar o no a una pregunta cuya respuesta conocía que podría remover las aguas de las orillas rojiblanca y blanquiazul. Escogió pasar de puntillas, aunque no tanto: «Hay una cosa que es clara: que no podemos hacer una comparación, desde mi punto de vista. Se pueden establecer comparaciones (es una opinión, ¿eh?) cuando jugamos con las mismas cartas. No se juega con las mismas cartas en esta situación».

Marcelino y quienes han salido a defender y aplaudir sus escuetas declaraciones sobre el particular, yerran al enarbolar una bandera que jamás se ha exhibido desde Bilbao en semejante sentido. Ahora que los donostiarras son líderes en Liga, cuentan con un mejor equipo, una cantera más prolífica y una dirección deportiva más experta, profesional, estructurada y talentosa, no parece que cambiar de caballo a mitad del río sea la acción más sensata ni más justa. Unas declaraciones previas a uno de esos partidos que más atención concitan en Bilbao no deberían retorcer una realidad que por conocida es cristalina.

Bilbaínos y donostiarras juegan con las mismas cartas, ¡y tanto que lo hacen! Lo que sucede es que los del Botxo llevan 110 años añadiendo restricciones voluntarias de las que se sienten no solo orgullosos, sino que forman parte de su idiosincrasia más reconocible. El Athletic es un jugador de póker que no tiene problema alguno en compartir mesa con cualquier rival del ranking e ir a por sus fichas con el cuchillo entre los dientes, pero que tiene para sí la imposición escogida de que si le entran ases en el reparto, no los utiliza. ¿Le impide el World Poker Tour utilizar los ases para construir sus combinaciones ganadoras? En absoluto. Es él mismo quien los desecha porque considera que no van con su particular índole y que nunca le han hecho falta para salir de la mesa con ganancias, cuando no con un título o con varios.

Esa, y no otra, es la senda que desde hace once décadas el Athletic Club escogió emprender. No la ha abandonado ni cuando los títulos se contaban por decenas o en los momentos de zozobra, que siempre –sin excepción alguna– ha logrado salvar hasta la fecha. Y desde ese camino, tan admirado como denostado desde fuera, nunca ha rehuido a compararse con ninguno, mucho menos con el vecino, pero tampoco lo ha esgrimido como excusa.

De ahí que Marcelino, sin mala intención, se equivoque en lo que afirmó ayer. Él mismo sabía que si entraba al trapo se podría meter en un charco y así fue. No pasa nada, porque por mucho que el de Careñes se vaya sintiendo cada vez más cómodo con el club en el que de momento entrena, no se puede soslayar que en cada lugar donde trabajó previamente, los jugadores no renunciaban jamás a aprovechar los ases. Es la última lección que le queda por interiorizar: que no son cartas distintas, sino aproximaciones diferentes a afrontar el póker del 11 contra 11.

Lartaun de Azumendi

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