Luis Enrique Luis Aragonés

Luis Enrique se mira en Luis Aragonés

Cuando Luis Rubiales firmó a Luis Enrique sabía que se ponía en manos de un entrenador tan bueno como peculiar, un técnico con la autoestima a prueba de todo, incluidos los medios y los aficionados. Pero no ha sido hasta esta ventana, cerrada con un feo empate, una sufridísima victoria y un triunfo tranquilizador, cuando se ha visto al Lucho más Lucho. Con lo bueno, la mayoría, y con lo malo, la minoría.

Los dos primeros partidos parecieron diez pasos atrás, sin rastro de lo visto en el 6-0 a Alemania. España movía el balón con tal parsimonia que se acababa defendiendo sola a sí misma. Apenas tiraba, y cuando lo hacía era sin puntería. Con los argumentos por los suelos, surgió el Luis Enrique guerrero, señalando a la Prensa como generadora de debates absurdos y autoprotegiéndose: él es así y así le ha ido bien.

Los pobres resultados, el peligro de esta fase de clasificación para el Mundial singular, que no ofrece casi margen de error, el creciente volumen de críticas y las suplencias de Sergio Ramos, capitán y mito en activo del Real Madrid y la Selección, han llevado estos días a la España menos querida de Luis Aragonés. Aquella Selección salió por la gatera, con el rabo entre las piernas, de Alemania 2006, y El Sabio desayunó, comió, merendó y cenó críticas mucho tiempo. Se levantó, como ahora amenaza con Ramos, un incendio con la jubilación internacional de Raúl y las dudas tardaron en irse porque el pase para la Eurocopa 2008 costaba.

No es ni de cerca esta generación la de hace 15 años, el germen de la etapa más dorada de España, pero sí coinciden en una base de talento que puede cuajar en algo ilusionante. También lo hacen en el liderazgo de un seleccionador que no se arruga con nadie ni con nada. Aragonés se peleó con quien hiciera falta, prescindió de quien no le convencía y terminó edificando un proyecto que dominó en Europa y el mundo. Ese es el espejo de Luis Enrique, a quien también le sobra genio, experiencia y conocimiento. Quizá sólo sea una cuestión de paciencia...

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