REPORTAJE ESPECIAL
Hay muchas generaciones destacadas en la Masia, empezando por la de los nacidos en 1987 que, con Leo Messi a la cabeza, quizá sea la más conocida de todos los tiempos con permiso de la Quinta del Calvo de Iván De la Peña o de la que acunó a Pep Guardiola y Albert Ferrer. Sin embargo, hay una en la que prácticamente todos y cada uno de sus miembros han alcanzado el fútbol de élite, aunque solo un puñado hayan conseguido tener continuidad en el primer equipo.
Se trata de la que siguió a la de Messi, Cesc, Piqué y compañía, la de los nacidos entre 1990 y 1993, una generación que incluye a Sergi Roberto y a Rafinha Alcántara, para citar a los dos que han alcanzado el estrellato vistiendo la casaca azulgrana. Pero les acompañaron una serie de futbolistas que hoy actúan en algunos de los equipos más potentes de la Liga e incluso de Europa. Alguno hasta vive en una zona horaria muy distinta a los que se quedaron. Su secreto es sencillo de explicar pero muy difícil de aplicar.
"Lo que más me gustó fue el sentimiento de ser casi como una familia" destaca Oriol Romeu, actualmente en el Southampton inglés, algo que refuerza Ivan Balliu, lateral zurdo del Metz francés. "Formamos un gran grupo humano durante muchos años" explica para confesar que "todavía pasamos los veranos juntos". Mantener el buen ambiente en el seno del vestuario "me ayudó a sacar mi mejor fútbol" recuerda el centrocampista.
Porque ellos no se conocieron en el colegio sino en uno de los clubes con un sector académico más importantes del mundo. La competencia estaba siempre a la orden del día. "La presión y la competencia son elevadísimas ya desde muy jóvenes y no es sencillo saberlo llevar" apunta Romeu, quien admite cómo "cuando llegué me costó bastante y no jugaba", circunstancias muy difíciles de afrontar a esa edad "porque no eres ni un jugador ni una persona madura y no sabes cómo tomarte la incertidumbre". El grupo resultaba clave.
"¿Icardi? Vivía con una iguana"
Próximos partidos
"Es que a esas edades quizá no éramos conscientes de donde estábamos y vivíamos la competencia de una forma muy sana" exclama Balliu, quien añade cómo "en el fútbol base del Barcelona siempre te dan oportunidades e intentábamos aprovecharlas cuando llegaban". Pero no todos lograban amoldarse al sentir del equipo, como le pasó a Mauro Icardi, que decidió abandonar la nave azulgrana para irse a la Sampdoria y convertirse en la estrella del Inter de Milán que es hoy en día. No es el único al que le ha ido bien en aquella generación, pues ahí está Sergi Gómez consolidado como central titular del Sevilla o Carles Planas y Marc Muniesa en el Girona.
Todos ellos siguen viéndose todo lo que pueden porque "no hay muchas generaciones en la Masia que hayan estado tan unidas a lo largo del tiempo, todos compartimos el mismo sueño y todavía hoy nos reservamos una semanita juntos en Ibiza por lo menos" se ríe Balliu para destacar que "fue una suerte para todos nosotros que el núcleo duro de un equipo fuera subiendo en bloque de categoría porque todo es más fácil ya el sistema siempre era el mismo". Luego llega el fútbol profesional y las cosas cambian pero es entonces cuando aflora el ADN Barça.
Romeu resume que "a todos los entrenadores modernos les gusta un jugador que trate bien al balón y sea rápido en la toma de decisiones y eso hace que el perfil de futbolista de la Masia sea cada vez más universal". De todas formas también advierte que "el salto a otros modelos es muy brusco porque en ningún otro club hay una convicción tan bestia en el modelo como sucede en el Barcelona, es un fútbol que requiere perfiles concretos y no todos los clubes los tienen" lo cual le lleva a admitir que"a veces no he disfrutado tanto pero he hecho lo que me ha tocado por responsabilidad y profesionalidad", algo que también se enseña en la Masia, una escuela capaz de convertir un método tan específico como el del Barcelona en algo universal.
