GoalLa trituradora mediática del duopolio no descansa cuando de empujar a cualquiera a la cuneta se trata. La maquinaria que con tanta obstinación se calibra desde los despachos de rigor, fluye. Su mancha va ganando terreno, como cuando el vertido de petróleo va ensuciando el rabioso azul de los océanos. Poco importa que las formas no sean las más sutiles para no permitir el desarrollo natural de quienes hacen bien su labor. En último término, a diferencia de en las películas, el malo se sale con la suya. Y la suya es territorio de cada vez más aficionados. Son los hijos del duopolio que (casi) todos conceden en primar al son del bastón de mando de los lobos con piel de cordero.
A punto de cumplirse los diez años de la llegada de Simeone al Calderón, cualquier analista sin prejuicios convendría en afirmar que aunque el Cholo dejara mañana mismo de entrenar y se dedicara al pastoreo de ovejas o a contar su dinero, ya pertenece por derecho propio al olimpo de los técnicos de la historia del fútbol español. Lo que ha hecho, cómo lo ha llevado a cabo y en qué momento y contra quiénes ha sido capaz de desarrollarlo, lo sitúan en la cima.
Sin embargo, la cantidad de invectivas, acusaciones absurdas, cambios de argumento sobre la marcha y charcos imaginarios en los que acostumbran a revolcarlo a él y al Atlético de Madrid, define a los que marcan el ritmo con el bombo y al resto de tunos que los acompañan. Quien dice tunos puede hablar de periodistas, opinadores y, por extensión mimética, de todos los que repiten los eslóganes que también repican desde los altavoces mediáticos los profesionales del dime y el direte.
Cuando los colchoneros de Simeone eran los reyes de la empalizada defensiva e iban sorteando dificultades con goles en solitario, eran unos rácanos. No había manera humana de seguir un partido por televisión porque aquello –decían los voceros– era más infumable que la picadura de tabaco. Uno prendía la radio o ponía la tele y salir de los bofetones al Cholo costaba más que atravesar el Cabo de Hornos.
Ahora que la propuesta se enraíza en poner a bailar a Lemar, Griezmann, Suárez y João Félix cuando están sanos. Ahora que los presupuestos defensivos son más laxos para que la vanguardia del equipo arremeta con más y mejores argumentos, los vertidos tóxicos salpican a los cuatro vientos con que el equipo rojiblanco encaja demasiado goles y que lleva camino de perder la intemerata de puntos por su escasa solidez. Que este Atlético no es el del Cholo, que me lo han cambiado.
La maledicencia tendría una importancia relativa si no fuera porque los que bramaban ante el Cholo tacaño, son los mismos que se mesan los cabellos ante la irresponsabilidad defensiva del argentino. Los mismos actores que con un discurso y su contrario tienen contentos a los guardianes del duopolio. No pasa nada, aunque unos y otros hagan el indio delante de todos. Ellos embarran el piso y una muchedumbre confirma. Mas ¡ay del día que no les da para repartirse el botín!, aunque ocurra solo cada siete años.
Lartaun de Azumendi


