Ruben Uria BlogGoal

Esperando a Diego Costa

Rojiblanco, macarra y goleador. Así le define la letra de la canción del maestro Pancho Varona. Y sin embargo, en los últimos tiempos, a Diego Costa se le ha caído una palabra de su ADN y del estribillo de su canción: goleador. De un tiempo a esta parte, el “hummer” de Lagarto está bloqueado, no se encuentra, se le ha hecho la portería enana y ahora mismo es cualquier cosa imaginable, menos un goleador. Los números no mienten. Costa sólo ha marcado 5 goles en 33 partidos de Liga desde que regresó, lleva 300 días seguidos sin anotar gol en el Metropolitano y lleva dos temporadas seguidas con más tarjetas recibidas que tantos logrados. No son datos, son opiniones. Y precisamente eso es lo que le duele a Simeone que, en estas cuestiones y ante asuntos tan delicados, tiene muy claro que es de los tipos que va de cara y siempre recoge a sus heridos. De ahí que, lejos de poder contestar unos números que son incontestables, Simeone sacó la cara por Costa: " Los números son los que vos decís, pero confío en Costa. Sé que volverá a estar en forma y es un desafío para él. El campeonato es largo y el equipo le necesita".

Nadie mejor que Simeone, entusiasta de Costa, para dejar bien claro en público que el brasileño tiene ante sí un desafío gigantesco: ponerse a la altura de un equipo que ha crecido tanto que ya no puede esperar a nadie. Ni siquiera a él, icono del cholismo. Ni siquiera a él, pieza clave porque orienta la presión y porque mata por el vestuario. Ni siquiera a él, que cuando está en forma se transforma en volcán en erupción, en rabia contagiosa y pura adrenalina. Ni siquiera a él, cuyo poder de intimidación brutal que eleva al Atleti y merma al contrario. Si Costa está bien, el Atleti vuela. Si Costa no carbura, el Atleti cruje. Y ahora mismo, conviene no hacerse trampas al solitario, está mal. Previsible, plano, desubicado, más lento y menos agresivo corriendo al espacio. Parece bloqueado. Mantiene esa capacidad guerrillera para enfadarse con el mundo y encararse hasta con el banderín de córner, pero ya no es capaz de imponer la dictuadura de su velocidad punta y de su despliegue de intensidad por todo el frente de ataque. El Costa de antaño ha menguando con el paso de los años, las lesiones y las expulsiones. Desde que regresó, porque arrepentidos los quiere siempre el Cholo, ha intentado ser útil para la causa, con tanta irregularidad como intermitencia. Y ha jugado grandes partidos, pero la mitad de los deseables. Su sequía goleadora actual, insostenible para cualquier otro jugador del Atleti sin su pasado glorioso, ya ha alcanzado un punto de no retorno. O empieza a hacer goles o el equipo sufrirá lo indecible.

Ahora mismo, del Diego Costa exuberante y dominador que conocimos, apenas queda la mitad. Ya no galopa como nadie, no batalla hasta la extenuación y no se impone en cada duelo , reduciendo las múltiples prestaciones que solía ofrecer un jugador capaz de conquistar Europa a las órdenes de Simeone, combatiendo en una guerra con un tenedor de plástico. Pareciera como si aquel coloso, goleador y pendenciero, se hubiera esfumado, por propia voluntad, bien por desgaste mental, bien por cierta disminición física. Estando bien, Costa es un terremoto 7.5 en la escala del cholismo. Estando mal, es toda una rémora para el equipo. Durante años fue una solución para cada problema y ahora mismo, es un problema para cada solución. Sabiendo qué es lo que está diciendo el campo, el Cholo, que siempre recoge a sus heridos, está apelando al corazón de Diego Costa. Le está defendiendo a muerte cuando menos lo merece, porque es cuando más lo necesita. Hay quien cree que el mejor Costa no volverá, porque ya ha jugado sus cien mejores partidos. Otros, en cambio, siguen pensando que si aún le quedan goles en el sótano, Simeone será capaz de sacárselos. La gente del Atleti adora a Costa. Ahora le necesita. Más que nunca. Al de antes. Al que muere en cada pelota. Y al que Simeone sigue esperando.

Rubén Uría

Anuncios