Lo normal en un partido de fútbol de primer nivel es que el equipo local y la afición estén en sintonía, al menos en el arranque. La cabeza de todos está en ganar el partido como absoluta prioridad.
Pero el Santiago Bernabéu no es un campo cualquiera, por supuesto. Y de tanto ocurren noches como hoy, en las que a la tribuna le interesa un poco más dar un mensaje que lo que pasa en el campo.
Empezó incluso antes del partido mismo, con los pitos a Gareth Bale durante el anuncio de las alineaciones y los suplentes. Siguió en los primeros minutos con los pitos a Sergio Ramos tras su error que desembocó en el gol de la Real Sociedad. Y siguió en los casi 25 minutos finales del encuentro en cada balón que tocó Bale.
Mientras tanto, el Real Madrid fue a lo suyo, concentrado ante un rival que ya suponía un reto antes de empezar y más aun tras el 0-1. Y la remontada llegó, más que merecida, impulsada por un magistral Luka Modric que repartió dos asistencias para darle la vuelta al marcador y cerró el marcador con un tanto a su cuenta en una jugada que adquirió peligro nada más ni nada menos que con el servicio del jugador al que la tribuna se empeñaba en rechazar.
Sí, Gareth Bale, para el que no haya entendido la indirecta.
El Madrid ganó, le mantiene el pulso al Barcelona por el liderato de LaLiga y la apuesta de Zinedine Zidane por recuperar a Bale dio muestras de ser la correcta. El público salió contento del Bernabéu, pero cabe preguntarse si fue más por la victoria o por desahogar esa intensa obsesión por atacar a los de casa.




