Koke y Raúl García, Atlético vs. Athletic ClubGetty

El menú del Athletic no empieza con el postre

Firma Lartaun de AzumendiGoal

El fútbol tiene mucho de infancia. Tanto que seguramente sea el lugar desde el que mejor se puedan comprender el juego y sus alrededores. Raros son los casos en los que un aficionado vive el deporte rey con auténtica pasión sin haberse visto inoculado por ese veneno en la niñez. Es más, quienes nada sienten por el fútbol comparan a menudo la pasión y las costumbres de los aficionados con acciones pueriles.

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Incluso, la pandemia está contribuyendo a un incremento en la infantilización del balompié, con algunas consecuencias provocadas por la innumerable serie de medidas que se han ido tomando para protegernos del virus. No se puede acudir a los estadios, la hostelería –allá donde está abierta– no sirve de refugio para reunir a unos hinchas que necesitan gritar, discutir, reír o brindar. Los partidos solo acontecen en el televisor; un monitor en el que nos muestran público virtual y sonido ambiente enlatado, como si no nos bastara con el juego en sí. El fútbol se disfruta en zapatillas, cuando no en pijama, y cada uno salpica su frustración en las redes sociales. Ahora más que nunca.

En Bilbao, también como los niños pequeños, se habla de la Copa, de las dos finales, casi como si se fueran a jugar esta misma semana. Unos izan la gabarra y la someten a una prueba de flotabilidad en la Ría. Otros, debaten sobre si sería mejor vencer a la Real o al Barcelona, en el caso de que se tuviera que escoger una sola victoria de entre las dos finales de abril. Comienzan a verse ventanas y balcones engalanados con banderas rojiblancas como en las vísperas de las grandes ocasiones.

Mientras tanto, en ese campeonato liguero que parece molestar por estar el Athletic en tierra de nadie, el primer equipo visita el Metropolitano y vuelve a Bilbao con las manos vacías. Y la afición se encabrona con un árbitro que deja que se dispute la última jugada de ataque del primer tiempo. Protesta por un penalti en el que ve cómo el delantero rival se fabrica la pena máxima. Discute la tardanza del entrenador en llevar a cabo los cambios. Se va a la cama sin cenar. Le cuesta conciliar el sueño porque ha perdido su Athletic. Un equipo que ha dado la cara una vez más y que sigue mostrándose altamente competitivo, pero que ha perdido por segunda vez en 2021. Y ese aficionado cuarentón o septuagenario cae en la cuenta de que hay defectos que pulir en defensa, de que el equipo precisa de una mayor contundencia en ataque. Que hay trabajo por hacer, en definitiva.

Un trabajo que pasa por prestar atención a los tres partidos ligueros que restan antes de que llegue la primera de las finales. Porque o se ajustan las piezas en Liga o se llegará a los pierde-paga de abril con dudas. Tan necesario es el camino a recorrer como el objetivo a lograr. Querer comerse ya el postre sin hincar el diente al resto del menú es tan humano como infantil. El fútbol tiene mucho de infancia. Afortunadamente.

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