"Hoy también es un golpe para los demás, que podían sumarse a la pelea". Hace apenas tres días, Marcelo Gallardo enviaba un mensaje por elevación, sin un destinatario directo pero con Boca entre los implicados. Cuando el Xeneize era uno de los esperanzados con la derrota de River en Córdoba, debió masticar la bronca del 2-0 del Millonario. Pero esta noche en el José Amalfitani, lo que quedó expuesto es que el golpe a la ilusión del equipo de Battaglia se lo dio Boca mismo.
Con la racha de tres victorias consecutivas al hombro, era el momento de enfrentar a un equipo en franco ascenso, que hace del vértigo y la velocidad para atacar su mejor arma. No por nada, Vélez no pierde desde la fecha 6, casualmente ante el Millonario, partido que le puso fin a aquel pésimo arranque de seis fechas sin ganar ni convertir. El plan de cortar los circuitos de juego, de pensar en destruir antes que construir, volvió a salir pésimo como en el Superclásico, la otra derrota del ciclo de Seba.
Pero, a diferencia del choque en el Monumental, desdibujado a partir de la expulsión de Rojo, esta vez no hay excusas ni atenuantes. Nunca le encontró la vuelta al partido y eso se vio en los permanentes cambios de posición entre Ramírez, Montes y Almendra, ejes del juego en partidos anteriores y por demás incómodos esta noche. Pavón nunca tuvo metros para correr libre y Vázquez prácticamente no entró en contacto con la pelota cerca de Hoyos, espectador de lujo. Y como si fuera poco, la salida de Weigandt con el hombro dislocado lo dejó sin su atacante por sorpresa.
Cuando las cosas salen tan mal, difícil que el resultado no sea una derrota. Porque el Fortín no perdonó, Mancuello le rompió el arco a Rossi y durante el segundo tiempo evitó meterse atrás, controló lejos del área y una de las tantas contras, la última en el minuto 89, terminó con el gol de Tarragona.
La ilusión es lo último que se pierde mientras las matemáticas den, pero esta noche termina con sabor a final de campeonato y el deber de poner la cabeza en la clasificación anual, con la ventaja de tener el atajo de la Copa Argentina, para la cual deberá recuperar la memoria y volver a pensar en Boca mismo y no en los rivales, los de enfrente y los de la tabla.
