Barcelona Bayern Munich Liverpool Juventus 140820Getty/GOAL

El Barcelona de Messi ya no es un equipo de elite

La marquesina escandalizará a los sensacionalistas y, seguramente, llevará a la toma de decisiones mucho más tajantes de las que hubiera dejado un 2-1 en la hora como el que sufrió Atlético de Madrid. Pero el resultado final, en el fondo, es anecdótico: fueron ocho goles y pudieron ser más (o menos). Lo importante es lo que hay detrás de la categórica paliza de Bayern Múnich: la confirmación de que Barcelona, más allá de lo que diga Arturo Vidal, ya no es un equipo de elite. 

Fue el conjunto bávaro porque así lo decidió el sorteo, pero podría haber sido Manchester City o hasta París Saint-Germain. Lo fue Liverpool la temporada pasada y lo será cualquiera de los mejores equipos del mundo al que se enfrente el conjunto blaugrana en la próxima temporada, si no produce una revolución deportiva. Y hoy por hoy, en la Ciudad Condal no hay siquiera munición para pensar en levantarse en armas.

Diez años atrás quedó aquel equipo de Pep Guardiola que enamoró al mundo y estuvo tres años sin perder siquiera el duelo por la posesión en un partido. Cinco pasaron ya de la MSN de Luis Enrique que conectaba a la velocidad del 5G. Y en el fútbol ultracompetitivo de hoy no se puede vivir de recuerdos: de los pocos nombres que sobreviven de aquellos equipos, sólo Lionel Messi mantiene el mismo estatus que tenía en aquel tiempo.

Con la magia del Diez, a un mal equipo puede alcanzarle para ganar en campo del Valladolid o para superar a Celtic en la fase de grupos de la Champions, pero en las etapas decisivas del mejor torneo de clubes del mundo se necesita de un colectivo que esté a la altura de las circunstancias. El Barcelona hace ya tiempo que no lo tiene.

En la actual plantilla de (por ahora) Quique Setién, además de Leo, sólo Ter Stegen puede entrar en la discusión por ser el mejor en su puesto en el mundo. Frenkie De Jong tiene el potencial para llegar a ese lugar en poco tiempo. Gerard Piqué, Jordi Alba, Luis Suárez, Sergio Busquets y Arturo Vidal alguna vez estuvieron en esa charla, pero vienen bajando en el ránking. Antoine Griezmann ni siquiera es titular. Y entre los demás futbolistas hay algunos que hace apenas un lustro no podrían siquiera haberse ilusionado con vestir de blaugrana.

¿Qué pasó en estos años para que el conjunto catalán pasara de ganar tres Ligas de Campenes en siete temporadas entre 2008/09 y 2014/15 a quedar eliminado tres años consecutivos en cuartos de final con goleadas cada vez más dolorosas (3-0 de Roma en 2017/18, 4-0 de Liverpool en 2018/19)? Varias cuestiones, que pueden resumirse en una sentencia: Barcelona perdió la esencia que lo había llevado a ser el mejor equipo del planeta, con un modelo de juego que todos buscaban imitar y una cantera que no paraba de producir jugadores de primer nivel.

En los últimos años, y especialmente luego de la traumática salida de Neymar rumbo a PSG, el Barca le dio la espalda a La Masía y apostó por las contrataciones grandilocuentes: Dembélé, Coutinho, Griezmann. Ninguno rindió a la altura de lo que costaron. Las vacas sagradas de la plantilla comenzaron a crecer en edad y desde la directiva no se les buscó un reemplazo a tiempo. El caso del lateral derecho es paradigmático. La directiva dejó que Dani Alves se fuera libre en 2016: el brasileño no sólo era el mejor del mundo en su posición, sino que era uno de los mejores socios que tuvo Messi en toda su carrera. Desde entonces, nunca le encontró un sucesor. Hoy, el único jugador con ficha de primer equipo que tiene en el puesto es Nelson Semedo. El portugués fue el peor en la derrota contra Bayern.

En los 15 años que lleva como futbolista profesional, Messi nunca había sufrido más de cuatro goles en contra en un mismo partido con la camiseta de Barcelona. En una sola noche en Lisboa, recibió el doble. Una humillación que un jugador de su categoría no merece. Y que tiene a sus responsables vestidos de saco y corbata.

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