Maradona World CupGetty

Derribando mitos: "Messi no es Maradona": ¿Diego ganó el Mundial 86 por sí solo?

Luego de que Lionel Messi fallara un penal en el 1-1 frente a Islandia con el que la Selección argentina debutó en el Mundial 2018, Hernán Crespo analizó el partido en la Gazzetta dello Sport y pidió que la gente no fuera muy dura con el capitán del equipo: "Por supuesto, esperamos más de él, pero Leo no es Maradona. No puede ganar la Copa del Mundo por sí solo". Un argumento muy utilizado a la hora de las comparaciones entre ambos Diez, pero incorrecto.

No, Maradona no ganó el Mundial 86 sin ayuda.

La magia y los logros de Diego en el fútbol suelen ser muy subestimados por las generaciones más jóvenes, por lo que es reconfortante ver la increíble reacción que generó el maravilloso documental de Asif Kapadia sobre Pelusa. Sin embargo, la idea de que él fue el único responsable de que la Albiceleste se consagrara en México es simplemente incorrecta.

Nunca nadie en la historia tuvo una actuación tan dominante en un torneo de primer nivel internacional, es cierto: el 71 por ciento de los goles de Argentina en aquella Copa del Mundo fueron marcados o asistidos por Maradona, que durante aquel mes en México produjo un momento icónico detrás de otro. Para muestra, alcanza con recordar el partido de cuartos de Final frente a Inglaterra, en el que 'La mano de Dios' fue seguida, apenas tres minutos después, por el Gol del Siglo, en el que el Diez recibió la pelota de Héctor Enrique a 60 metros del arco rival, superó a Peter Beardsley, Peter Reid, Terry Butcher, Terry Fenwick, Peter Shilton y a Butcher -de nuevo- para anotar dentro del área chica con el arco vacía.

"Si después del pase que le dí no hacía el gol, había que matarlo", bromeó -miles de veces- Enrique. Una ironía que acompaña siempre el recuerdo de la mejor jugada individual de la historia y que sirvió para aumentar la noción de que Argentina era básicamente un equipo conformado por diez aguateros y un fenómeno imparable. Nada más lejos de la realidad.

Diego Maradona Argentina EnglandGetty Images

Argentina no llegó a México como uno de los favoritos al título, es verdad, pero tenía un equipo estelar. Néstor Clausen, Ricardo Giusti y Ricardo Bochini habían sido parte del equipo de Independiente que en 1984 ganó la Copa Libertadores y luego derrotó a Liverpool en la Copa Intercontinental, mientras que Sergio Batista y Claudio Borghi venían de darle dos títulos locales y una Libertadores a Argentinos Juniors, un equipo menor del fútbol argentino en el que ni siquiera Diego había conseguido dar una vuelta olímpica; Enrique, Nery Pumpido y Oscar Ruggeri, en tanto, se consagrarían a nivel local y continental con River un par de meses después del Mundial.

Además, cinco integrantes del plantel jugaban en Europa al igual que Maradona, que en aquel entonces brillaba en Napoli: Daniel Passarella estaba en Fiorentina; Jorge Valdano, en Real Madrid; Pedro Pasculli, en Lecce; Marcelo Trobbiani, en Elche y Jorge Burruchaga, en Nantes.

"Teníamos grandes jugadores, pero el grupo estaba dividido. Estaba lleno de grandes personalidades, celos y camarilla", reconoció Burru alguna vez en diálogo con El Gráfico. En ese sentido, el rol de Carlos Bilardo para unir al plantel fue fundamental, aunque muchas veces se lo pasa por alto. De hecho, si no hubiera sido por el Doctor, el equipo no se habría construido alrededor de Maradona: de hecho, el Diez había terminado su anterior paso por una Copa del Mundo expulsado y eliminado por Brasil y era muy cuestionado por analistas y periodistas. 

"Me acuerdo que había muchos artículos criticando a Diego antes del Mundial porque lo hice capitán en lugar de Passarella. Decían que no tenía que estar en el plantel después de lo que había pasado en España en el 82, mucho menos ser titular; que era un fracaso en la Selección y que Bochini era mejor que él", recordó Bilardo en una entrevista con Marca. "Yo no les respondí", aclaró

El Narigón, en cambio, se dedicó a dirigir a Maradona, que estaba más determinado que nadie a que la prensa se comiera sus palabras. A los técnicos solía costarles mantener al Diez alejado de los clubes nocturnos, pero el problema de Bilardo era mantenerlo fuera de la cancha: "Diego solía aburrirse mucho cuando estábamos todos juntos en la concentración. La única manera de ayudarlo a pasar el tiempo era pateando una pelota, pero Carlos no quería que nos cansáramos, especialmente porque nuestra concentración era en la Ciudad de México, donde hay altura. Teníamos que cuidar las energías y a veces nos encontrábamos en una situación en la que los jugadores queríamos jugar y practicar, pero el entrenador no nos dejaba, ¡el mundo estaba dado vuelta!", contó en una ocasión Valdano, en charla con el sitio oficial de la FIFA.

El plan maestro de Bilardo, eventualmente, daría sus dividendos. Así como también su decisión de pedirle a uno de los utileros, Rubén Moschella, que comprara camistas más livianas para el partido frente a Inglaterra, luego de que el equipo sufriera demasiado el calor con las pesadas camisetas azules de algodón que habían sido utilizadas en el encuentro de octavos de final contra Uruguay. Pero la mayor contribución del Doctor a la consagración de Argentina fueron sus planteos tácticos, con una formación 3-5-2 que rápidamente se convertiría en un clásico en todas partes del mundo, pero en ese momento era toda una novedad.

El sistema funcionó a la perfección. La Albiceleste no sólo era un equipo difícil de romper en lo defensivo, con tres mediocampistas centrales que quedaban envueltos en una línea de cinco cuando el rival tenía la pelota, sino que también le daba a Maradona un rol más ofensivo, sin ninguna responsabilidad a la hora del repliegue. 

Los resultados fueron contundentes: Argentina recibió apenas tres goles en los seis partidos previos a la final, mientras el capitán generaba el caos entre los rivales. El empate contra el campeón defensor Italia en la fase de grupos le dio confianza a un Diez que llegó a su punto máximo de nivel con los dobletes que anotó frente a Inglaterra y Bélgica en cuartos y semis, respectivamente.

Diego Maradona Peter Shilton Argentina England 1986 World CupGetty

La influencia de Maradona en sus compañeros fue colosal: "Diego era un líder técnico, un tipo que resolvía todas las dificultades que podían aparecer en la cancha. Primero, estaba a cargo de hacer que los milagros sucedieran, algo que nos daba a nosotros un montón de confianza. Y segundo, el tamaño de su figura era tan grande que absorbía toda la presión que podíamos tener los demás. La noche anterior a los partidos uno dormía tranquilo no sólo porque sabía que jugaba al lado de Maradona, que hacía cosas que ningún otro futbolista en el mundo podía, sino también porque -inconscientemente- sabía que si llegábamos a perder, él iba a cargar la responsabilidad en sus hombros y sería más culpabilizado que el resto", dijo Valdano en charla con Marcela Mora y Araujo.

En ese sentido, es fácil de entender por qué tanta gente cree que Argentina no habría ganado ese Mundial si alguien que no fuera Maradona hubiese vestido la camiseta número 10. "Amo a Messi y sería feliz si mi hijo tuviera el uno por ciento de sus habilidades, pero Maradona fue único", aseguró Enrique en radio Continental. "Maradona y Messi tienen carácteres diferentes dentro de la cancha: Diego irradiaba confiaza y nos hacía jugar mejor a todos", consideró.

Y ahí está la clave de esta cuestión: Maradona fue una parte integral de lo que Argentina hizo en México, pero el equipo no habría triunfado si la mayoría de sus compañeros no hubieran estado a la altura. "Siempre agradezco a Dios que Maradona es argentino y tuve en claro que lo que él significaba para nosotros. Pero el resto ayudamos mucho a que Diego hiciera lo que hizo. No hay que olvidarse que teníamos un equipo extraordinario, que se levantó de momentos difíciles con la madurez necesaria para superar nuestros problemas y hacer lo que fuera necesario por la camiseta", analizó Burruchaga en una entrevista con El Gráfico. Por supuesto, no se equivocó.

Argentina World Cup Mexico 1986David Cannon/Getty Images

Enrique se metió en la formación inicial durante la fase de grupos y, junto a Batista y Burruchaga en el mediocampo, le dieron a Maradona la plataforma perfecta para que desplegara su magia. El propio Burru era una amenaza ofensiva partiendo desde la zona central, como lo demostró con su inolvidable corrida en los últimos instantes de la final contra Alemania para anotar el gol del título. Pumpido era clave en el arco, resguardado por una tremenda línea de tres conformada por Ruggeri, José Luis Brown y José Luis Cuciuffo, mientras que Giusti y el Vasco Olarticoechea cumplían a la perfección su rol de carrileros.

Mientras tanto, en el ataque, Valdano tuvo el mejor mes de su carrera (como muchos de sus compañeros): de los siete goles que marcó en toda su carrera con la Selección, cuatro fueron en México. Fue justamente el delantero quien contó que, tras el triunfo sobre Inglaterra, Maradona le dijo que durante toda la corrida previa al segundo gol lo buscó con la mirada para intentar pasarle la pelota. Un gesto que muestra a las claras la valoración que tenía Diego por sus compañeros. Será difícil que alguien vuelva a repetir una actuación individual en una Copa del Mundo como aquella del Diez, pero está claro que no podría haber brillado solo.

De hecho, cuando la duda apareció en su cabeza luego de que Alemania nivelara rápidamente una desventaja de dos goles en la final, fue Burruchaga quien se acercó para serenar al visiblemente frustrado capitán: "Tranquilo, lo vamos a ganar".

Pero también había otros compañeros en los que inspirarse, como Brown, a quien Bilardo consideraba su "técnico dentro de la cancha" y Diego definía como "un toro" por jugar a pesar de los distintos problemas físicos que sufrió durante todo el torneo. En los dos años previos al Mundial, el Tata prácticamente no había jugado por una lesión en los ligamentos y durante el Mundial su rodilla se hinchaba tanto que los médicos debían practicarle drenajes de forma regular.

Incluso, cuando se dislocó el hombro en los primeros minutos del segundo tiempo de la final, se negó a salir reemplazado y apenas tardó 28 segundos en regresar a la cancha: "El dolor era insoportable, pero le dije al médico 'ni se te ocurra pedir el cambio'. Hice un agujero en la camiseta con los dientes, puse el dedo y lo usé como cabestrillo", contó Brown tiempo después. Un sacrificio tan grande no puede ser pasado por alto. 

Maradona fue la indiscutible estrella del show en la Copa del Mundo de 1986. Pero decir que ganó el torneo por sí solo es una ofensa a sus increíbles actores de reparto.

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